PERSISTENCIA

La era de la Ilustración

Margarita Carrera

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En la segunda mitad del siglo V a. de C. surge en Atenas lo que se ha llamado “la era de la Ilustración”. En efecto, durante este período van adquiriendo cada vez mayor fuerza el pensamiento racional y la lógica, dando ello lugar al nacimiento de la ciencia y de la filosofía.

El triunfo del pensamiento intelectual (que se enfrenta dramáticamente al pensamiento artístico-religioso que envuelve la épica, la lírica y el drama) tiene lugar en los decenios del siglo V. Más que “la era de la Ilustración”, se trata de manera rigurosa, según observo, de una época en donde la razón va cobrando poderío en la mente griega. Así, Atenas se constituye en la cuna de la ciencia y la filosofía. También de las artes plásticas, tragedia y comedia, aunque enlazadas estas con el ideal homérico del humano. por ello no es de extrañar que el drama ya inicie su extinción con Eurípides y que, con Aristófanes, nazca y muera la comedia antigua, continuadora del pensamiento aristocrático y mítico de Homero.

El estado democrático ateniense va eliminando, paulatinamente, los últimos residuos de la aristocracia helénica, y si bien continúa el culto a los dioses antiguos, lo hace imbuido de un sentimiento patriótico, fortalecido por la creencia en que los dioses han concedido la victoria de los griegos en contra de los persas en Salamina y Platea.

Se inicia, entonces, el auge nacional y con este la intolerancia religiosa que condenará a Sócrates a la pena de muerte.

Las artes plásticas, pues, toman auge durante la plenitud y hegemonía de Atenas, pero ya en esta plenitud se inicia su decadencia. Al separar las casas de los humanos de la mansión de los dioses, principia el alejamiento de unos y otros que, en la época aristocrática, vivían enlazados. La religión, luego, empieza a dejar de ser lo que era, en donde los “mejores” (aristos) que gobernaban tenían linaje de dioses.

En la grandeza de Atenas, como centro de la vida del mundo griego, se empieza a infiltrar la corrupción: “El Estado se dio cuenta de que podía sacar provecho económico al culto. Las pieles de las numerosas víctimas de los sacrificios fueron vendidas y su producto ingresado en el tesoro, suministrando así importantes ingresos. Sin embargo, en Grecia no se llegó tan lejos como en las ciudades de Asia Menor, las cuales vendían cargos sacerdotales al mejor postor, pues el sacerdote tenía ingresos, conscientes en ciertas tasas sobre cada sacrificio y ciertas partes del animal sacrificado que eran la porción que le correspondía. El culto fue profanado cuando fue regulado como si fuera un negocio”. (Nilsson, Opus cit.).

Es importante señalar que, si bien en la Grecia arcaica y aristocrática no existía una clase sacerdotal, esta ya existe en la Atenas del siglo V, que no solo vigila (con carácter inquisitivo) las creencias de la religión griega estatal, sino, de manera indecorosa, se aprovecha de la floreciente economía ateniense.

De tal modo que el patriotismo ferviente (ignorado en el mundo homérico, como ya anoté en su oportunidad), unido a la presencia de una clase sacerdotal, provocan la intolerancia que empieza a regir en el mundo heleno.

Por otro lado, el griego moderno prefería venerar a dioses menores, a causa de haber perdido ya el ideal homérico del humano. Según Nilsson, estos dioses “estaban más próximos al corazón del pueblo y era más sólida la fe en su intervención en la vida de cada uno (…)”.

Como consecuencia, el “ideal del yo” del heleno de la época democrática desciende en la escala de los altos valores humanos, comparado con el de la época aristocrática homérica.

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