EDITORIAL

La democracia se apaga en Venezuela

El daño sobre Venezuela es irreversible y la situación solo puede empeorar, sobre todo si la oficialista Asamblea Constituyente, servil a Nicolás Maduro, sigue adelante en su intención de instalarse hoy, con lo cual se consumaría una farsa y un desaire a la comunidad internacional, que ha pedido detener un acto que a su vez constituiría un manotazo a la institucionalidad y borraría el último vestigio de democracia.

La economía venezolana atraviesa su peor momento, con una inflación que el FMI proyecta en 720 por ciento al cierre de este año, una escasez generalizada de productos, con las cúpulas criminales enquistadas en el Estado, coludidas en el tráfico de artículos de primera necesidad o drogas y con un grupo de militares y políticos corruptos, tratando de aferrarse a un poder que se les va de las manos ante la presión de la comunidad internacional.

Al acorralado gobierno solo lo defienden los regímenes que reciben dádivas petroleras y los merolicos que suspiran por la revolución bolivariana, lo cual ya no ocurrirá y es más probable que los principales impulsores de esa farsa terminen enfrentando a la justicia internacional por los crímenes y las atrocidades de los últimos años.

Son ya más de cuatro meses desde que empezaron las manifestaciones de resistencia a la tiranía y la situación empeora, como lo muestran las escenas de la captura de los líderes opositores Leopoldo López y Antonio Ledezma, que recuerdan los atropellos de las dictaduras más sanguinarias de Latinoamérica, que con excesiva represión y el encarcelamiento de los principales opositores trataron de acallar las voces que se alzaban contra los abusos, aunque al final la historia los relegó a un triste lugar y muchos de esos abusadores hoy enfrentan a la justicia.

El temor por el endurecimiento de la represión ha provocado que desde el pasado domingo sumen cuatro magistradas del Tribunal Supremo de Justicia en busca de refugio en la Embajada de Chile en Caracas, en otra clara muestra de la desconfianza en ese proceso y en la escabrosa ruta que el madurismo se obstina en recorrer, de espaldas a la civilización.

Otro hecho que le resta credibilidad a la pantomima dominical es que la esposa y el hijo de Maduro, y a saber cuántos parientes más de la cúpula gobernante, están entre quienes, como nuevos constituyentes, deberán redactar una nueva constitución y anular cualquier rastro de oposición, lo cual desvirtúa cualquier posibilidad de enmienda.

En la medida en que crecen los abusos de la tiranía madurista aumentan también las voces de condena contra la intención de instaurar una nueva asamblea y a la vez el clamor unánime de las democracias más representativas porque se detenga el fraude, ya que no reconocerán ninguna de las medidas que emanen de ese engendro.

A Maduro se le terminaron las opciones para encontrar la salida de su propia trampa y solo le queda recibir más reveses de la comunidad internacional, que hasta ahora solo ha empleado un duro lenguaje diplomático para mostrar su rechazo, pero todavía cuenta con poderosos argumentos económicos que podrían ser catastróficos para una economía quebrada.

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