PUNTO DE ENCUENTRO
La debacle en tres actos
En el último año, Jimmy Morales ha dedicado todos sus esfuerzos a un solo objetivo: sacar a Iván Velásquez de la jefatura de la Cicig. Su batalla personal la ha transformado en un asunto de Estado y todas y cada una de las decisiones que toma en el ámbito de las relaciones internacionales y de la seguridad están encaminadas a cumplir esa tarea.
Por eso le era imprescindible colocar al frente de la Cancillería, de Gobernación y Defensa a tres incondicionales dispuestos a cumplir, sin importar el costo, ese objetivo. Por eso también, esos tres personajes le acompañaron en el anuncio de la no renovación del mandato de la comisión internacional, en un acto cargado de simbolismos que, de facto, trasladó al país al contexto de los años 80.
Y es aquí donde me surgen dudas respecto del análisis que se hace sobre que el “plan” del mandatario y de su primer círculo fue abortado. Para mí, lo del viernes 31 fue la concreción de la primera parte de ese plan y, en los próximos días, se dará continuidad a la estrategia. Fuentes bien informadas sostienen que en la reunión de Gabinete que se convocó en horas de la tarde de ese mismo viernes, Morales advirtió a sus ministros de que las acciones continuarán y que se vienen “momentos duros” e invitó a “retirarse del equipo” a quienes no compartieran la decisión.
El preámbulo del anuncio de la no renovación, aunque no nos guste la conclusión que de eso se deriva, fue la reunión en Washington —jueves 30/8— entre la canciller Sandra Jovel y el jefe de la Secretaría de Inteligencia Estratégica, Mario Duarte, con la actual embajadora estadounidense ante la ONU, Nikky Haley, que a juzgar por lo sucedido al día siguiente —viernes 31/8— la comitiva guatemalteca interpretó como la “luz verde” para concretar la salida del comisionado colombiano. La duda que surge es hasta dónde se trató, o no, de una mala interpretación de lo conversado o hasta dónde hay discrepancias en el Departamento de Estado gringo —y a qué nivel— respecto de la Cicig. Lo cierto es que, a su vuelta a Guatemala, el plan se echó a andar.
Está claro que la captura del general Érick Melgar Padilla, comandante de la Guardia de Honor; los avances en la solicitud de un nuevo antejuicio, y el amparo contra el nombramiento de Enrique Degenhart como ministro de Gobernación son las causas más recientes que le tienen los pelos de punta a nuestro patético presidente; por eso su empeño en echar cuanto antes a Velásquez y en desbaratar el débil equilibrio que hasta ahora se ha mantenido en la CC a favor de la legalidad y el estado de Derecho.
El obstáculo que ha tenido Morales para concretar sus desmanes radica en la Institución del Procurador de los DD. HH. y en la CC. Hacia ahí enfocará sus baterías y, a juzgar por lo visto hasta ahora, no lo hará con tanta torpeza como Jorge Serrano, aunque ganas y estilo no le faltan. Necesita al pacto de corruptos en el Congreso para desequilibrar el pleno del tribunal constitucional y sumar mayoría que le avale los próximos pasos que piensa dar. No nos engañemos, hacia ahí también apuntan sus baterías los señorones del sector privado que no han tenido empacho en promover una campaña pública extorsiva contra la CC.
Pareciera que el perverso de Morales las tiene todas consigo, pero hay un factor de desequilibrio que no controla y que en los últimos tres años ha aparecido con la fuerza de un tsunami para detener la arbitrariedad. La respuestas a las recurrentes crisis en este país no están en Washington y tampoco en NY, menos en las retrógradas élites nacionales. Como en el 2015 y en el 2017, la respuesta está en la gente.
@MarielosMonzon