PRESTO NON TROPPO
La Bohème en Guatemala
Una muy buena representación de una de las obras más celebradas en el repertorio de ópera italiana. Una producción cuidada, que fluyó y reunió todos los elementos para seducir al público. Un público que atiborró el teatro y, seguramente, salió con ganas de ver el siguiente montaje. Gran esfuerzo y gran mérito de la productora “Querido Arte”.
El pasado 28 de julio, en la Gran Sala del Centro Cultural Miguel Ángel Asturias, de la mano de los jóvenes cantantes María José Morales y Mario Chang (en los roles principales de la obra), se presentó una de las creaciones mejor queridas de Giacomo Puccini (1858-1924), La Bohème. El argumento pertenece a la corriente verista (que brota en la literatura de Italia durante el último cuarto del siglo XIX, de influencias francesas, para extenderse más adelante a la música) y que hoy, a más de cien años de su surgimiento, podría muy bien aplicarse a la realidad actual guatemalteca. Desde la obra literaria y la escénica, el verismo pinta el retrato de las clases sociales desposeídas, descritas con apego a su contemporaneidad, su precaria condición económica y la improbabilidad de participar del supuesto progreso industrial que siempre depende de explotar a los menos pudientes. En su ideal –y si se diera un contexto social liberado de prejuicios arcaicos, misticismos y actitudes reaccionarias de quienes satanizan toda subversión– la pretensión de los veristas contribuiría a una visión científica, a comprender los atavismos culturales y, eventualmente, proveer a quienes ostentan el poder, de herramientas para erradicar la injusticia social.
Todo lo anterior, naturalmente, se rinde al pensamiento romántico, a la extraordinaria música de Puccini y a la magia de las tablas. En ese sentido, Querido Arte ha cumplido con una puesta en escena de gran calidad visual y musical. Buenos, el elenco de solistas, el coro de adultos, el coro de niños, las intervenciones de la banda marcial y los figurantes, aunque todo bajo un concepto historicista en escenografía, luminotecnia y vestuario. Adicionalmente, dos grandes aciertos fueron la inclusión de la mezzosoprano canadiense Julia Dawson (en el papel de Musetta), cuya proyección vocal destacó entre los participantes, así como la actuación del británico Barnaby Rea (en el rol de Colline), cuya capacidad histriónica le prestó un humor vital a esos momentos de contraste en un melodrama. Por último, pero no por ser de menor importancia, un excelente desempeño de la orquesta a cargo del joven director Nimrod David Pfeffer. Únicamente nos extrañó que no se le hubiera dado la relevancia adecuada al grupo de músicos en el saludo final, pues son –en última instancia– el sustento sonoro de toda la obra lírica.
No está de más, entonces, reiterar nuestra felicitación a Majo y a Mario, tanto como a su bien conjuntado equipo de trabajo en los múltiples aspectos técnicos y estéticos que implica la producción de una ópera, sobre todo en el ambiente dificultoso que sigue presentando nuestro país cuando una iniciativa es de tipo cultural. Tampoco está de más volver a encomiar a las empresas patrocinadoras que, sin ser ciegas a los obstáculos y críticas, auxilian materialmente estos afanes; es de animarse a incrementar su apoyo. Sí, a incrementarlo, si consideramos y ampliamos seriamente la idea que exponen los maestros Morales y Chang: transformar a Guatemala, una ópera a la vez. Parece utópico, pero ¿qué labor realmente valiosa no ha comenzado con un sueño, una fantasía, una aparente imposibilidad? Qué bueno que, ahora en su tercer año de trabajo, hayan ofrecido esta nueva muestra de que la ópera se puede representar con gran nivel en nuestro medio.
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