SI ME PERMITE

La amabilidad, un perfil en proceso de extinción

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“Una persona sabia siempre es amable y considerada. Siempre ve lo que se necesita. Permite que la nieve caiga sobre un cuerpo acalorado. Proporciona agua fresca para mitigar un ser desesperado”. Han Shen

Cuando nos tomamos unos minutos para observar nuestro derredor, no podemos negar que el asunto de la amabilidad es algo en constante disminución. Posiblemente la gente está muy apurada o muy concentrada en lo que tiene que hacer, al punto de que poco observa a su derredor.

Pero si recordamos los procesos formativos del pasado, este era un elemento que no se podía negar. A uno lo instruían para que no viviera simplemente en su mundo y que observara su derredor y supiera cuándo hay que ceder el paso, o el asiento en un transporte público, no porque se lo estuvieran pidiendo, sino porque uno juzgaba que correspondía dar el espacio a otros, antes de uno.

Hay varias áreas donde esto era más evidente, cuando una persona mayor estaba presente se le permitía a ella el turno o el paso.

También, cuando una dama estaba presente y sobre todo si esta llevaba en brazos un infante, se le cedía el paso o el asiento, y si había la necesidad de ayudarla en algo, uno estaba en la disponibilidad de hacerlo, no porque ella lo pidiera, posiblemente la dama expresara que no hacía falta, pero uno, por caballero, pedía que se le permitiera ayudar.

Claro está que como niño sus mayores le indicaban lo que debía hacer, y uno por simple obediencia cumplía, hasta que llegara a ser parte de uno, y cuando se repetía la vivencia simplemente le miraban a uno e inmediatamente sabía lo que debía hacer, sin mayores explicaciones.

Uno puede cuestionarse qué pasó, porque hoy día las cosas en el diario vivir han cambiado. Las cosas no han cambiado, porque siempre hay quienes son amables y corteses, pero de una manera mucho más esporádica, y lo raro es cuando uno expresa la voluntad de ser amable, lo miran como que uno estuviera fuera de lugar, porque no es lo habitual, como en el pasado.

A los que nos toca todavía la crianza y la orientación de la nueva generación, sabios seríamos si retomáramos esas prácticas, porque con ellas permitimos que los que son formados por nosotros sean posiblemente de una minoría que puede hacer la diferencia para que la convivencia sea más gentil y también ser elementos que otros podrán copiar, por el simple hecho de que somos observados, y cuando uno está dispuesto a mejorar, ve lo que es bueno y lo integra a su manera de vida.

Especialmente en nuestra sociedad, donde la mayoría de la población es gente joven, podemos todavía rescatar algunos valores para que, en primer lugar, honre a la gente que merece el honor, pero también para tener la delicadeza de no vivir abstraídos en nuestro mundo, sino extendernos a nuestro derredor.

Posiblemente muchos no digan ni hagan nada, pero lo importante es quiénes somos nosotros y cuál es el desempeño que tenemos en esta vida.

Estas prácticas, sin lugar a duda, cultivarán el calor humano que tanto necesita nuestra sociedad, y no podemos negar que propios y extraños observan el modo como vivimos.

Pues, aunque son las muchas las tentaciones y preocupaciones que nuestro prójimo tiene justificadamente o sin razón alguna en su diario vivir, estas podrán entretejerse con cortesía, amabilidad y delicadeza, siendo una herramienta que tanto nos hace falta.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:
Samuel Berberián
Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.