DE MIS NOTAS

Justicia a la Sperisen

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Hubo aplausos, lágrimas y gritos de júbilo la semana pasada. El tribunal Federal Suizo de Ginebra anuló la sentencia de cadena perpetua emitida por un tribunal de segunda instancia contra Erwin Sperisen. Las 110 páginas que recogen el análisis y el dictamen del alto tribunal destilan cierta vergüenza y algún dejo de bochorno por la forma en que uno de los suyos condujo con tanta irresponsabilidad y cinismo este juicio.

La larga lista de violaciones al debido proceso, al manipuleo de pruebas, a la grosera forma en que el fiscal Ives Bertossa manejó este juicio no tiene parangón en la historia jurídica de Suiza. La antipatía del Fiscal contra Sperisen y su vinculación tan abierta y de una visibilidad tan descarada con Trial —la ONG que promovió el juicio, y cuyo presidente es el mismo padre de Bertossa— fue el inicio del calvario al que esta semana el alto tribunal puso fin. No sorprendería que se dieran severas reprimendas y el posible desafuero de Bertossa.

La carroña de la condena se veía venir cuando Sperisen fue capturado y aparecieron los buitres de la manipulación surcando en círculos concéntricos sobre el juicio; proponiendo a criminales convictos como testigos; filmando un costoso largometraje tan bien hecho en términos técnicos, manejo de narrativa, distorsión de hechos que fue nominado a un premio internacional, lo que presagiaba lo peor. Con una cuidadosa trama fueron hilvanando una historia de horror. Contenía entrevistas a los criminales convictos que habían comprado como testigos protegidos luciendo como ángeles, y hasta una acusación directa “contra la cúpula empresarial del sector privado por violaciones a los derechos humanos y actos de limpieza”. Con estas invenciones vestidas de verdades absolutas y el apoyo internacional “copy paste” de la misma tournée del “genocirco”, salivaban ganar luz en las tablas de la infamia. Y con la venia de Francisco Dall´Anese, la viralizaron en redes sociales. El efecto a nivel internacional dañó la imagen de Guatemala. Y a Sperisen lo deshicieron ante la opinión publica. Bertossa y Trial saltaban de júbilo.

A lo largo del juicio, lo único que se esperaba del Tribunal era imparcialidad y respeto al debido proceso. Pero el juez Bertossa, rechazando testigos, pruebas y testimonios importantes —al mejor estilo de Yassmin Barrios, cuando descartó el mío y otros más en el juicio de Ríos Montt, “porque contradecía el testimonio del otro testigo…”—, definió un curso perfectamente delineado hacia una condena perpetua.

Hubo momentos de gran incomodidad y rabia para Bertossa y la gente de Trial cuando se conoció el video del periodista francés entrevistando a María del Socorro Vásquez de Boche, de 70 ? años —madre de una de las víctimas de Pavón—, la principal querellante en Izabal, quien salió declarando que le habían ofrecido ayuda económica y que no conocía a la abogada que la representaba en el juicio. Sin esta querellante no habría juicio.

Siendo amigo de la familia Sperisen, he seguido el caso de cerca desde que se le capturó, hace más de cinco años. Este caso comprueba que la justicia selectiva es en sí misma una injusticia. Y como lo definió el alto tribunal de Ginebra: “Los debates de la Cámara Penal no cumplen con los requisitos y las exigencias de la Convención Europea de los Derechos Humanos, cuando se refiere a las conclusiones de los investigadores de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig), cuando el mismo contenido de sus investigaciones y las pruebas en que se basaron los investigadores no se conocen con precisión”.

Corruptos, ladrones, asesinos, ¡a la cárcel! Pero, ojo con imponer una justicia cometiendo injusticias.

alfredkalt@gmail.com

ESCRITO POR:

Alfred Kaltschmitt

Licenciado en Periodismo, Ph.D. en Investigación Social. Ha sido columnista de Prensa Libre por 28 años. Ha dirigido varios medios radiales y televisivos. Decano fundador de la Universidad Panamericana.