FLORESCENCIA
Inteligencia
Siempre he dicho que uno de los aspectos que más ocupan mi interés y por el que lucho cada día es la educación. Mi mayor sueño es ver algún día que todos los niños de Guatemala puedan ir a la escuela, pero más aún, que reciban una educación que no solo les facilite conocimientos repetitivos, sino que transforme su vida y los conduzca a la plenitud.
Pero para eso no es suficiente que todas las niñas y los niños asistan a un plantel y que tengan las herramientas más modernas a su alcance, sino que la educación vaya más allá del depósito de datos en su cabeza. La educación debe centrarse en la persona, su dignidad y valor. Debemos recuperar su enfoque humanista.
Soy de los que abogan por llevar la tecnología a las aulas y cerrar brechas al analfabetismo digital, ante las exigencias del mundo moderno; sin embargo, también pienso que no debemos dejar a un lado la formación cultural, integral y reflexiva. Creo en la capacidad transformadora de la combinación de los conocimientos con la experiencia en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Dado que el sistema educativo tradicionalmente percibe al alumno como un receptor de conocimientos del maestro, es preciso plantear la necesidad de un proceso que incorpore metodologías de enseñanza bidireccional —maestro-alumno y alumno-maestro— y valore la experiencia de las niñas y niños, propiciando el desarrollo intelectual, moral y afectivo de los estudiantes para que se convierta en un proceso capaz de ayudarlos a transformar su vida personal, la realidad de su entorno-comunidad y aportar ideas nuevas para un mejor país.
Por lo general, como padres, erróneamente damos por hecho que si nuestros hijos tienen las más altas notas son mejores estudiantes o han adquirido mayores conocimientos respecto del resto. Escuelas y colegios también insisten en considerarlo así. Posiblemente eso sea aplicable en algunos casos, pero lo más probable es que lograron memorizar bien las lecciones para el examen y ello no es garantía para el desarrollo de un pensamiento crítico y un sentido de humanidad.
No significa que no valoremos los datos y los conocimientos. Pero la escuela debe convertirse en un lugar que les brinde seguridad, afecto, respeto, confianza en sí mismos y valores que cimienten su formación académica, los conviertan en líderes y, sobre todo, en ciudadanos activos e inteligentes.
Para muchos niños, la escuela puede ser sinónimo de encierro, castigo y aburrimiento, cuando debería ser un lugar donde sean felices. Debe ser un complemento del hogar, que propicie el cultivo de valores, que brinde afecto y mejore su autoestima; que permita el desarrollo de competencias y habilidades. La escuela debe dignificar a la niñez.
De ahí que se trata de un proceso que debe involucrar la participación activa de los padres de familia en la dinámica escolar. Debemos superar la idea de que la educación es responsabilidad de la escuela cuando en realidad es un proceso que comienza en casa.
Pienso en la tecnología y su potencial si logramos integrarlo adecuadamente en el proceso educativo. Sé que es posible. Cuando hemos llevado desde XumaK computadoras a las escuelas, he visto lo increíble de cómo los niños, entre su asombro y su ansia de experimentar-descubrir, se muestran motivados solo de pensar que aprenderán computación.
¡Guatemala necesita una educación enfocada en la persona! Y para lograrlo, nuestro sistema de educación debe cambiar su enfoque de hacer memorizar a fomentar su creatividad y sentido humano. Esto empieza por cada maestro, por cada autoridad educativa. ¡No hay tiempo que perder!
marcosantil.com