CATALEJO
Indudable efecto en las campañas
LA MEZCLA DE SUCESOS relacionados con el financiamiento de los partidos, no solo del desfalleciente Patriota, hace pensar desde ya en cuáles serán las cambios en la preparación, desarrollo y duración de las siguientes campañas políticas, en especial la previa a las elecciones del 2019. Los gastos de campaña, una de las iniciales fuentes de enriquecimiento de los aspirantes —como lo admitió Serrano— no podrán quedar sin alteraciones. Y al hacerlo, existe una mínima y esperanzadora posibilidad de reducir siquiera en algo a las componendas tácitas o realizadas a las claras con los aspirantes, sus camarillas de incondicionales, los arribistas políticos y todos los otros también beneficiados de manera directa con todos estos gastos.
CIERTAMENTE, LAS campañas son procesos complicados y necesitados de mucho dinero. No menos cierto: la ausencia de fondos constituye una causa fundamental para la escasa cosecha de votos, sobre todo cuando los aspirantes son desconocidos para los votantes y por ello necesitan de propaganda dirigida a presentarlos. Ya en las elecciones del 2015 se notó una cierta disminución en la presencia en postes y árboles de los rostros de los aspirantes, exceptuando el caso del ahora políticamente difunto Baldizón, cuyo nombre llegó al extremo de aparecer en letras de tres metros de alto en paredones de carreteras como la de occidente. De hecho, el actual presidente no tuvo presencia propagandística masiva en su sorpresiva victoria.
LA MEZCLA DE ESTOS FACTORES y de algunos otros no directamente relacionados, permite llegar al convencimiento de una próxima campaña distinta. Obliga además a preguntarse hasta dónde son efectivas para la adquisición de votos acciones como el regalo de camisetas y gorras y la participación de grupos musicales antes de los discursos de los candidatos, sobre todo en los departamentos. Otro tema es la saturación de la propaganda política en los medios de comunicación, en especial los audiovisuales. No hay necesidad de ser economista para pensar en el seguro efecto de estos cambios en la economía del país, porque los procesos políticos de este estilo se pueden ver también como una fuente de trabajo para muchísimas personas.
LA PROPAGANDA POLÍTICA basada en la repetición machacante de mensajes simplistas y carentes de sentido en la práctica es el resultado de la inexistencia de partidos políticos reales. Al constituir simples tribus electoreras, necesitan informar a los votantes del aparecimiento de personas desconocidas como candidatos, o de darles la categoría de políticos a gente conocida por actividades ajenas, como es el caso del actual presidente y ahora excomediante de televisión. Ese conocimiento previo ayuda a los fines de ganar una elección y en cierta forma reduce la necesidad de la inversión propagandística, pero de ninguna manera constituye garantía de un buen gobierno ante la carencia de equipo humano, en cuya integración cualquiera cabe.
NO TERMINARÁ EL PELIGRO de nuevas investigaciones sobre los orígenes de los fondos para las campañas, cuya posibilidad existe pero con controles legales. Ello servirá de aliciente para evitar las donaciones en especie —anuncios, vehículos terrestres y aéreos, estancias en hoteles— y obligará a realizar campañas con promesas específicas. Talvez estas consideraciones se puedan calificar de demasiado optimistas, pero el realismo puede dejar espacio a la esperanza de haber llegado al fin del libertinaje de las “inversiones” de los financistas. Ello, espero, contribuirá a reducir el número de participantes y terminará con las papeletas electorales convertidas en una grotesca caricatura de los tradicionales cartones de lotería en el campo político.