CON OTRA MIRADA
Importancia de la identidad cultural
La identidad cultural está constituida por un sinfín de factores, empezando por el idioma, gastronomía, costumbres y tradiciones, que se complementa con elementos del entorno natural, el urbanismo y la arquitectura.
Recuerdo a una chica, asistente de la administración de la institución a la que serví por algunos años, en La Antigua Guatemala, quien sufría cada vez que se le pedía viajar a la ciudad de Guatemala para aperarse de insumos para su oficina, pues al llegar al mirador, el vacío del inmenso valle de la Culebra que se abría a sus pies, por debajo de la carretera, le provocaba vértigo. El entorno montañoso de su ciudad le proveía la sensación de protección, y para mayor seguridad, hacia el surponiente, tres gigantescos colosos la defendían de cualquier agresión, real o imaginaria: los volcanes Agua, Fuego y Acatenango, el segundo, casi siempre en actividad, alardeando de fuerza y poder en contra de cualquier intruso no deseado.
Esa sensación, junto a cualquiera otra, acentúa el carácter de ciudad histórica conservada de La Antigua Guatemala. Como sabemos, hoy es lo que es, porque a raíz de los terremotos de 1773, la ciudad fue trasladada al valle de la Ermita como la Nueva Guatemala de la Asunción. Llevó consigo todas sus autoridades: reales, del Ayuntamiento, religiosas y de la Universidad; sus títulos, escudo de armas y demás privilegios. Se ordenó a los vecinos el despojo de los materiales y elementos arquitectónicos que sirvieran para edificar sus casas en el nuevo valle; con lo que el deterioro a la arquitectura fue más demoledor que los propios sismos. No todos los vecinos cumplieron con la orden de desalojarla. La actividad económica dejó de existir, limitándose a una agricultura de subsistencia. Hacia el período independentista tuvo lugar la repoblación, que llegó a su punto máximo hacia 1860, con la introducción del cultivo del café.
No toda la imaginería religiosa fue trasladada, y con el tiempo otras fueron traídas de poblados aledaños, al punto de que la conmemoración de la Semana Santa se retomó hacia 1808. Procesiones como la del Señor de la Caída, perteneciente a San Jerónimo, pasó a la finca Retana y en 1902 fue donado al templo de San Bartolomé Becerra, cuando empezó a salir en un anda de 12 cargadores y corto recorrido. Hoy es de 90 hombros y cerca de 10 mil cucuruchos que la acompañan para tomar su turno.
A partir de entonces, La Antigua Guatemala se desarrolló sobre la trama urbana conservada del siglo XVI, en la que quedó plasmada su rica arquitectura monumental transformada en ruinas magnificadas por el tiempo, junto a su tradicional arquitectura doméstica, e importantes transformaciones del Neoclásico, así como uno que otro ejemplo de ArtDeco, discretamente mimetizado entre la homogeneidad del conjunto y su marco natural.
En ese cuadro se formó una cultura propia, forjada por quienes se quedaron en 1773, junto a los que fueron llegando por motivos agrícolas, comerciales, profesionales, por casamiento. Al conglomerado nos sumamos otros, integrándonos o no al tejido social, que al menos una vez al año participa de la manifestación simbólica, que es la Semana Santa, en la que sin distingo alguno se pasa a formar parte del ceremonial religioso-tradicional-cultural, hoy impresionantemente tumultuoso.
Es un buen ejemplo de identidad cultural, con el que podemos, aunque sea de manera efímera, sabernos parte de algo, en un país dominado por el influjo del comercio, que sin rubor alguno se apropia de las tradiciones para vendernos desde una baratija hasta la falsa idea de una Nación.
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