EDITORIAL
Huelga de Dolores acosada por esbirros
La corrupción fue la gran protagonista de la Huelga de Dolores, que ayer hizo mofa principalmente del presidente de la República, el alcalde metropolitano y los diputados firmantes del pacto de corruptos, una vez más satirizados por sus desmanes ante miles de asistentes. El desfile bufo no estuvo exento de síntomas propios del pulso entre fuerzas renovadoras y sectores oscuros que intentan recuperar posiciones perdidas.
Evidencia de esta convulsión agónica de sectores que cooptaron por años la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU) fue la agresión cometida la madrugada de ayer por supuestos estudiantes que portaban armas contra participantes de algunas facultades, conminándolos a no formar parte del desfile y acto seguido procedieron a agredir físicamente a algunos de los que se encontraban en el antiguo Paraninfo universitario.
El incidente comentado hoy no debe ser visto a la ligera, porque a raíz del desenmascaramiento de funcionarios de todo tipo involucrados en corrupción, el apoyo popular ha sido patente, aunque subsisten personajes abyectos que han buscado acallar, por diversos métodos, estas expresiones de denuncia.
Uno de esos escenarios es la Universidad de San Carlos de Guatemala, donde, por años, personajes serviles ligados al alcalde Álvaro Arzú habían desnaturalizado el movimiento estudiantil y coartado la protesta verdadera, principalmente desde la AEU, a la cual convirtieron en una grotesca caricatura.
No obstante, estos esbirros fueron derrotados democráticamente hace dos años y al mismo tiempo se empezó a liberar el espacio para nuevas voces críticas, en virtud de lo cual, la AEU encabezó el año pasado una de las protestas más concurridas contra la corrupción, lo cual disparó las alarmas de sectores recalcitrantes, que sin duda se sintieron intimidados por la masiva participación de universitarios, que representan la esperanza de transformación nacional.
El incidente de ayer, que impidió la participación de ciertos grupos estudiantiles y dejó herido a un activista de derechos humanos, recuerda las tácticas de represión, terror y violencia propias de las décadas de 1970 y 1980, las cuales sin duda Arzú conoció como parte del gobierno del general Fernando Romeo Lucas García, de cuyo derrocamiento se cumplieron ayer 36 años y a quien en su libro biográfico describe con cierto aire indulgente.
Ahora bien, en estas agresiones no debe denotarse sino la reacción desesperada de auténticas bandas de delincuentes que buscan seguir medrando a los universitarios, porque además de estudiantes no tienen nada, pues solo se inscriben de forma reincidente, no para buscar su superación académica sino para continuar con un estilo de vida perverso, sostenido a través de fondos estatales, exacciones y cobros ilícitos, a la sombra de la podredumbre del poder, prácticas que la nueva directiva estudiantil ha combatido.
La Huelga de Dolores cumplió, a pesar de sus cooptadores, 120 años de desnudar las desvergüenzas de los gobernantes de turno y difícilmente volverá a ser infiltrada por los amos de la prepotencia, porque los estudiantes están conscientes de su papel histórico y la ciudadanía ya identifica claramente a los cómplices de la cooptación.