PLUMA INVITADA
Horroriza criminalidad y tragedias de tránsito
El pueblo está atónito, incrédulo, frustrado e impotente ante la habitual mortandad que a todo nivel golpea a gente noble, digna, trabajadora, responsable y útil a su familia, a la sociedad y al país, con absoluto derecho a vivir en paz. Las fuerzas de seguridad fuertemente armadas y amparadas legalmente deben cumplir con su deber, enfrentando con valor a sicarios desalmados, con excelente investigación, persecución, consignación a los tribunales y muerte en defensa propia y demás ingenuas víctimas, en casos obligados.
Lamentablemente, personas ajenas a estructuras criminales se han convertido en asesinas, por diversas causas ajenas, aprovechando la facilidad de matar.
Los chapines están obligados a colaborar con el Ministerio de Gobernación (policías), Ministerio Público y Cicig, que han alcanzado buenos resultados al arremeter severamente contra ladrones, asaltantes, extorsionistas, sicarios y asesinos en general; sin embargo, falta mucho. Importantísimo mantener en secreto la identidad de los denunciantes, para evitarles peligro. Recordemos que Guatemala está dramáticamente marcada con el sello negro de estar entre los países con mayor criminalidad en el mundo, extremo que urge cambiar con esfuerzo colectivo.
También señalan su preocupación por la indiferencia de ciertas autoridades y personas particulares para resolver el desordenado tránsito vehicular que provoca constantes y dantescas catástrofes. No es cierto que los accidentes, especialmente de tráileres y camionetas del servicio colectivo, sean causados por lluvias, frenos, congestionamientos y malas carreteras.
Empresarios y pilotos saben que se debe a excesiva velocidad, abuso, agotamiento, desvelo, cansancio, licor, drogas, inexperiencia, ignorancia del reglamento de tránsito, uso de teléfonos celulares y falta de mantenimiento de los vehículos. Involucrados están también choferes de camiones, automóviles, motos —cuya cifra mortal es alarmante— y picops —que no son medio de transporte de pasajeros—.
Todos los conductores debían amar su vida y tras cumplir con su trabajo regresar felices a sus hogares y familias, no a cementerios.
Para evitar constantes tragedias en el tránsito vial, los propietarios de buses deben pagar sueldos a pilotos y ayudantes, para que no disputen pasaje a toda velocidad, en busca de reunir más dinero para cubrir sus salarios y ganancias de sus patronos. Los dueños de tráileres deben eludir prolongadas jornadas laborales a sus choferes sin normal descanso. Evitarían, en parte, que la sangre de víctimas continuara esparcida en carreteras y barrancos, aparte de cuantiosas pérdidas materiales.
Por aparte, patronos, conductores, asistentes y usuarios inocentes merecen protección contra extorsionistas. El desgraciado criminal que recientemente baleó sin piedad a una inocente bebé de apenas un año tres meses de edad no merece vivir.