HOMO ECONOMICUSGente buena

JOSÉ RAÚL GONZÁLEZ MERLO

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¿Por qué muere gente buena? Habiendo tanto asesino, secuestrador, ladrón y corrupto, ¿por qué muere la gente buena? ¿Por qué murieron cinco guatemaltecos trabajadores y honrados en un trágico accidente aéreo? ¿Por qué, si nuestro país tanto les necesitaba, debemos ahora sufrir las consecuencias de su ausencia?

Mauricio Aguilar, Sergio Paiz, Enrique Novella, Rodrigo Andrade y Rodrigo Toriello. Cinco ciudadanos, cinco profesionales que, con su ejemplo y sus familias, contribuyeron a crear un mejor país. Tuve el privilegio de conocer personalmente a Sergio Paiz. Fue mi catedrático universitario. Brillante financiero.

Siempre admiré cómo, junto con sus hermanos, logró construir la corporación de supermercados más importante de la región.

Enrique Novella, es y será también ejemplo de un ejecutivo que transformó su empresa para posicionarla competitivamente frente a los grandes retos que presenta la globalización y la apertura de mercados.

Rodrigo Andrade, con quien conviví en sus años universitarios; a quien asesoré en su tesis de graduación y con quien compartí gratos momentos como compañeros del mismo equipo de básquetbol.

Rodrigo Toriello, mi compañero del colegio; brillante abogado que siempre destacó nacional e internacionalmente.

Hombres, padres de familia, esposos, hermanos, hijos. ¿Cómo poder imaginar el dolor que su muerte ha causado en sus familias? Eran empresarios pero no iban a trabajar en sus respectivos negocios a El Salvador. Es cierto, como empresarios ya habían entregado mucho a Guatemala.

Su comportamiento intachable, su espíritu empresarial, los empleos y la riqueza que crearon, el bienestar que generaron en miles de guatemaltecos; todo eso ya era suficiente. Sin embargo, no era suficiente para ellos. Iban en una misión.

La misión de encontrar otras formas de ayudar al desarrollo económico y social de Guatemala. Su generosidad les movió a sacrificar su tiempo familiar, personal y profesional para tomar un avión hacia San Salvador y conocer qué mas podrían hacer. Esa generosidad se transformó en entregar su vida, literalmente, por sus anhelos personales de contribuir, aún más, a crear un mejor país.

¿Cómo explicar su muerte? ¿Cuánto más bienestar hubieran podido generar si su avión no se hubiera estrellado? Mis oraciones y mi solidaridad acompañan a las familias que sufren en este momento.

Y cuando logremos asimilar esta pérdida, porque tenemos que hacerlo, y cuando encontremos en Dios el consuelo que sólo El nos puede dar y sequemos nuestras lágrimas debemos ver en esos cinco hombres el modelo a seguir. Debemos recoger su ejemplo y su entrega porque Guatemala necesita gente buena, como la que acaba de perder.

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