HOMO ECONOMICUS – Salario de hambre
Aumentar el salario mí- nimo en una época tan económicamente difícil no es una garantía para mantener el poder adquisitivo de los trabajadores. Al contrario. Ese aumento producirá que miles de guatemaltecos tendrán garantizado un salario de hambre; aquel que se “gana” cuando los gobernantes fijan los salarios por decreto y causan desempleo.El presidente Colom aumentó el salario mínimo a Q52 diarios para todas las actividades económicas. Esto implica un aumento al salario mínimo agrícola de casi 11 por ciento, y siete por ciento para las otras actividades económicas. Solo las actividades de maquila no sufrirán este incremento, aduciendo que se han perdido muchos empleos ¿Y acaso el resto de la economía no padece de desempleo también?Colom no ha hecho nada diferente de lo que otros gobernantes en su momento, pero lo ha hecho peor. Primero: el aumento viene en un momento de desaceleración y pérdida de empleos que profundizará aún más la crisis para los trabajadores. La informalidad será la única fuente de sobrevivencia de los trabajadores menos productivos. Segundo: igualar arbitrariamente el salario del campo al de la ciudad desconoce las grandes diferencias en la productividad de ambas actividades. Los trabajadores del campo enfrentarán mayor pobreza, de cara a la débil situación de los precios de los principales productos agrícolas. Ignorar esta realidad hace de este aumento, en particular, una inmensa irresponsabilidad por parte del presidente Colom y sus asesores.La justificación de aumentar el salario mínimo suele ser que la llamada “canasta básica” de alimentos cuesta cada año más. Es cierto. Precisamente ello es prueba de que somos un país pobre, ya que la mayoría de trabajadores tiene una productividad tan baja que no le alcanza para comprar dicha canasta. Sin embargo, el aumento al salario mínimo es una medida de suprema demagogia. Hacernos creer que un decreto presidencial nos forzará a alcanzar dicha productividad es un engaño. Lo que termina haciendo la medida es provocar el despido de los trabajadores menos productivos (y más necesitados), ya que no se justifica emplearlos, como consecuencia de que el Gobierno “decretó” arbitrariamente su salario. Y, peor aún, la medida destruye el crecimiento de plazas de trabajo de menor productividad.La famosa promesa de “crear” 700 mil nuevos trabajos habrá quedado para el álbum de las promesas de campaña incumplidas. Hizo bien el presidente Colom al tomar el consejo de sus antiguos colegas de la maquila y no aumentar el salario mínimo en ese sector. Lamentablemente, las mismas razones también se aplicaban para el resto de la economía. Haber hecho caso omiso de esa realidad causará más desempleo y pobreza; especialmente entre los más pobres.heconomicus@hotmail.com