EDITORIAL
Hechos refutan el discurso oficial
Jimmy Morales pasa por el peor momento de su administración y hace esfuerzos extraordinarios por tratar de recuperar su imagen, con tan mala fortuna que en esa búsqueda de baños de multitudes no siempre le funciona la logística gubernamental. En algunos escenarios, como ocurrió el pasado miércoles en Santiago Sacatepéquez, el rechazo se materializa con ruidosos abucheos.
Los esfuerzos del mandatario se han multiplicado con visitas a la provincia, en un claro afán por buscar respaldo, luego de su poco meditada intención de expulsar a Iván Velásquez y de dar constantes muestras de su incomodidad con la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala. La decisión no fue revertida y los hechos refutan el discurso oficial, acarreándole un mayor desgaste, tras ser señalado por actos de corrupción durante su campaña por la presidencia.
Ya son varios los eventos en los que el mandatario trata de mejorar su imagen, aunque eso no siempre se ha traducido en éxito, pues en más de algún escenario donde se ha presentado ha recibido rechazos y señalamientos de corrupto, a los que se suma una dura crítica del arzobispo metropolitano, por estar utilizando obras intrascendentes para restablecer su maltrecha imagen.
El primer gran problema del mandatario es que no parece tener a su alrededor un círculo preparado de gente, con la suficiente capacidad para asesorarlo bien, y él, por su parte, carece de la suficiente habilidad para lograr que sus palabras puedan convencer a las audiencias.
Ayer, durante un recorrido por el oriente del país, donde precisamente se dedicó a inaugurar obras de menor relevancia, afirmó: “Saldré de la presidencia viendo de frente a los guatemaltecos porque me comprometí a luchar contra la corrupción y lo he hecho”, lo cual lo ubica como un gobernante embustero, porque la realidad comprueba que no ha hecho nada en ese sentido y más bien fue incapaz de reconocer y transparentar un sobresueldo que recibía de recursos del Ejército.
Cuando tuvo la oportunidad de aclarar esas versiones, ante preguntas de los periodistas reiteró la falsedad de que esos pagos estaban en ley y se habían comunicado de manera adecuada, lo cual nunca ocurrió y tuvo que ser la Contraloría General de Cuentas la que les hiciera ver lo ilegal de dicho desembolso, porque incluso el mandatario de inmediato debió devolver Q450 mil al Ministerio de la Defensa. Sin embargo, esa mentira presidencial ha sido repetida en más de una ocasión.
El procedimiento fue tan ilegal desde sus orígenes que ahora se ha dictado una orden de arraigo contra el exministro de la Defensa Williams Mansilla, quien es uno de los cerebros de una de las más inmorales medidas ocurridas en las filas del Ejército. Tales recursos también deben ser devueltos por el resto de altos oficiales que fueron beneficiados con los escasos fondos del Estado.
Entre acciones impopulares, poca habilidad para encarar la crisis, el presidente Morales parece condenado a un nuevo fracaso, porque hasta sus actos oficiales están revestidos de poca trascendencia y lo que menos puede hacer es dar ejemplos de lucha contra la corrupción. Algo que sí podría hacer con facilidad y entereza es respaldar a quienes de manera solitaria libran batalla contra las mafias incrustadas en el Estado.