LA ERA DEL FAUNO
Hay gente horrible, hay gente buena
Los guatemaltecos somos buenos para pelear, solo que entre nosotros. Sucede en todo el mundo, nuestro agravante es la carencia educativa del encaramiento. No estamos acostumbrados a los debates, pues para nosotros la discordancia es motivo de enemistad. Hay mucha herida, mucho dolor del tipo “a mí nadie me va a decir nada peor este muchacho y menos ese viejo qué se cree”. Cuando dos animales quieren lo mismo, uno termina con el otro y se queda con la presa. Entre humanos, por el contrario —en teoría—, se ponen de acuerdo para cumplir un objetivo, sin abandonar sus diferencias.
Si salimos de esta, tal vez habremos aprendido un par de cosas. La primera, que por estar discutiendo si un malestar estomacal y sus resultados tienen tintes de izquierda o de derecha, otros imponen una agenda de odio. La segunda, que por embriagarnos con las primeras ganancias amanecemos sin un centavo. Esto es, que frente al placer de que un montón de ladrones prominentes fueran presos en el Mariscal Zavala nos volvimos adictos a la noticia truculenta.
“Señora fiscal —decía un periodista a la entonces jefa del MP Thelma Aldana—, ya no ha habido Jueves de Cicig, ¿habrá más casos?, ¿podemos esperar algo tan fuerte como La Línea?”. Hay una normalización de nuestras adicciones. Si se quiere desestabilizar a este país, basta con que se le ponga a la mesa el alto impacto como “solución”, o el tema de educación sexual y reproductiva. Vemos morir proyectos porque pequeños grupos no se pusieron de acuerdo, aunque hablaban de lo mismo y querían lo mismo, uno creyó que el otro decía algo distinto, y el otro creyó que se le estaba desestimando. Terminaron diciéndose cosas. Y no hablo de personas sin educación, sino de profesionales con posgrados. De buenos propósitos han surgido buenos enemigos. Una persona que no conozco —parece que no es de este país, firma “jaulix”— escribió en Twitter algo que ilustra de mejor forma lo que digo: “Hoy leí a una chica muy feliz porque venció el cáncer: Uno le contestó que el cáncer no se lo vence porque regresa; otro que no venció ella sino la ciencia, otro que lo venció Dios, otro que su amiga se está muriendo y que por culpa de ese tuit está llorando. Hay gente horrible”.
Es cierto, hay gente horrible; pero ahora voy a referirme a la otra cara de la luna, a la gente y organizaciones que devuelven la esperanza: una muchacha en solitario hace resistencia frente al Congreso y exige a los diputados que trabajen en beneficio del país y no para que les “crezca la panza”; un ciudadano es el primero en salir aquella tarde nefasta cuando Morales informa que no renovará el convenio con la Cicig, y se planta en la plaza con su cartel de rechazo; estudiantes de Quetzaltenango declaran non grato a Morales; la AEU se declara en asamblea, toma las instalaciones de la rectoría y nos invita a estar alertas pues convoca a un paro nacional; universitarios de Sacatepéquez rechazan las acciones del presidente; dialogan estudiantes, organizaciones campesinas, colectivos urbanos y autoridades indígenas para tomar decisiones en esta situación caótica; Luis von Ahn envió un mensaje de apoyo a la Cicig; las autoridades indígenas de Sololá anuncian una manifestación.
Ciertamente, dan deseos de tirar los pocos residuos de esperanza que pudiéramos tener. Sin embargo, así como no hemos visto más allá del alto impacto y hemos atendido las diferencias antes que el objetivo, podemos rechazar que nuestro destino ya lo decidió gente como Nikki Haley, o la nefasta canciller, o los militares o el Mariscal Zavala. Es hora de volver a las calles.
@juanlemus9