CABLE A TIERRA
¿Hay futuro para Centroamérica?
Por momentos, el panorama desolador que vivimos actualmente en Centroamérica baja los ánimos hasta al más necio de los optimistas. ¿Podremos alguna vez romper con esta tara histórica que nos arrastra al abismo de la desolación y el autoritarismo cada cierto tiempo? ¿Son solo breves respiros de esperanza de libertad lo que tenemos derecho a vivir en estas tierras? Y solo algunos de nosotros, además, porque para la mayoría esta divagación es por demás banal. Jamás han visto otra cosa en su vida que el rostro brutal de una economía que los excluye y de un sistema político que los utiliza cada cuatro o cinco años.
Por eso, ahora que los olvidados del sistema han unido su voz y dicho “hasta aquí”; ahora que decidieron unirse para movilizarse y se hizo súbitamente visible para muchos alienados un fenómeno que tiene décadas de ocurrir, a muchos otros nos ahoga la impotencia de poder hacer muy poco por tanta gente a la que se le está negando ahora hasta el derecho de luchar por su sobrevivencia. Las imágenes de la frontera alambrada y militarizada, y de la policía vetando el derecho al paso a los hondureños, guatemaltecos por ley, por nuestro territorio, refleja también la mediocridad de gobiernos que no saben sino ofrecer “soluciones” represoras a la tensión regional que se ha suscitado.
¿Qué se puede hacer ante esto? Creo que ya se ha dicho hasta la saciedad: Nadie deja su tierra si en ella puede vivir con dignidad y proporcionar sustento a sus familias. ¿Y por qué no pueden dar sustento a sus familias en sus territorios? Porque el sistema económico, y la lógica que lo moviliza y lo hace acumular riqueza, concentra todos los recursos y beneficios en muy pocas manos. Así, la migración forzada por el hambre y la violencia se constituye en la expresión más abyecta de la desigualdad social y económica imperante en Centroamérica. Si esto no cambia, difícilmente se contendrán estas oleadas expulsoras de gente, sea en masa o individualizada, como ha sido la expresión del fenómeno a la que mayormente estábamos acostumbrados. Y, ojo, nos falta aún ver en la región las expulsiones de poblaciones enteras de refugiados climáticos. Mientras más se abra la brecha entre el Norte y Centroamérica, más difícil será evitar los desplazamientos masivos de personas que solo buscan sobrevivir.
Yo veo clara la agenda de rescate; de hecho, estaba medio trazada, aunque mal implementada: Hay que actuar sobre el sistema político y el sistema económico a la vez. A la par de dejar de apoyar gobiernos corruptos y mediocres, también dejar de lado a esas elites económicas vividoras, oportunistas y carentes de escrúpulos, que ampliamente han demostrado su incapacidad para conducir al país, porque siempre anteponen sus intereses particulares a los del conjunto. Significa retomar la lucha contra la corrupción y ya no dar nunca más marcha atrás, y significa fortalecer una ciudadanía que está de pie, pero se siente atada de pies y manos y que ahora hasta pretenden amordazar.
Salvar el aparato estatal de las garras de los corruptos, pero también de las religiones y de los grupos de interés que solo quieren ver cómo se aprovechan también de sus recursos. El factor geopolítico debería servirnos para todo eso. Caso contrario, Centroamérica terminará siendo un inmenso campo de concentración, alambrado y militarizado, a donde la plutocracia global terminará enviando a todo aquel que le resulte indeseable. Con la palanca correcta, en Centroamérica tenemos la fuerza y capacidad para construir una región digna para todos. Nos hemos levantado de las cenizas una y otra vez. Y, como dice Calle 13, “si esto se derrumba, yo lo reconstruyo”.
karin.slowing@gmail.com