ALEPH
Guatemala lo demanda
Otra semana de pulsos intensos en una Guatemala. La elección de fiscal general, que el año pasado era apenas una alerta amarilla, ya está aquí. Y la luz intermitente ha cambiado de color a un rojo intenso; la cuestionada Comisión Postuladora ha dado signos de falta de autonomía y vicios de origen, además de estarle fallando claramente a la historia de Guatemala, que sabe juzgar mejor que nadie cuando el tiempo llega.
El cuadro elaborado por Nómada (“Así discrimina la Comisión”) dibuja en blanco y negro cómo la tabla de gradación ha favorecido a unos aspirantes que no llenan los requisitos y no toma en cuenta aspectos medulares como las calificaciones académicas o la lucha contra la corrupción de otros que sí los llenan. Es más, incluso le quita la tacha a alguien como Érick Álvarez, solo por haber devuelto el dinero mal gastado en un viaje a Brasil. Uno será (o ya fue) el elegido del Jimmy Morales y sus patrocinadores, el próximo 16 de abril. Nubarrones negros en el cielo.
Por otra parte, en el Legislativo hay un paquete de casi una decena de leyes regresivas, que amenaza nuestra incipiente democracia. Llaman la atención particularmente las reformas a la Ley de Antejuicio y la reforma a Penas de Financiamiento Electoral Ilícito. Las primeras buscan que el Congreso pueda retirar inmunidad (y por lo tanto, remover arbitrariamente) a magistrados de la CSJ, CC, PDH, PGN, presidente y ministros. La segunda, busca reducir la pena por financiamiento anónimo a 5 años conmutables y cargarle la responsabilidad al contador del partido, no a su secretario general y financistas. Esta segunda legitimaría el inicio de un nuevo Pacto de Corruptos; algo así como una complicidad tejida abiertamente alrededor del engaño. Con solo que un financista anónimo “avisara” al TSE y reconociera el hecho, podría quedar libre. Empresarios corruptos (todos los implicados en el caso de la construcción, por ej.), políticos corruptos e incluso los que ya tienen sentencia podrían quedar libres. El único que iría a prisión sería el contador del partido político. País del absurdo.
Además, EE. UU. (y su agenda de seguridad hemisférica) no son incondicionales con el gobierno guatemalteco solo porque este haya apoyado a Israel o dejado de apoyar a Venezuela. Habernos salido de la “neutralidad activa” que nos venía caracterizando en temas de política exterior no significa que EE. UU. le diga sí a todo lo que hace este gobierno. Lo primero será siempre para ellos la estabilidad regional, sobre todo ahora que Guatemala es su última frontera sur. Así que bien pueden dejar pasar el caprichito de haber puesto en Gobernación a un ministro cuestionado o en el Legislativo a un conveniente presidente para cierto sector, pero sus intereses son de fondo, y en cualquier momento lo hacen saber.
Guatemala demanda hoy de cada una y cada uno de nosotros la construcción de un nuevo paradigma. Esto no se hace de la noche a la mañana. Traemos en el ADN las expresiones de lucha de quienes han estado y siguen estando al margen del desarrollo y lo han expresado en las calles, cárceles y plazas desde hace décadas. Traemos los diálogos, los acercamientos y las concertaciones posfirma acuerdos de paz. Traemos el 2015 que nos despertó y el 2017 que nos hizo fuertes. Nos necesitamos juntos como sociedad, haciéndole frente a la corrupción, la cultura de muerte y la impunidad. Hay agotamiento, pero también hay juventud, no solo en las y los jóvenes que están poniendo el cuerpo por Guatemala, sino en la gente de cualquier edad que trabaja cada día por algo distinto.
Una asamblea ciudadana y popular, un frente contra la corrupción, alianzas entre organizaciones tradicionalmente distantes, partidos que crecen de manera distinta, todos son necesarios. No podemos permitir que Guatemala siga secuestrada. A los corruptos y asesinos no les gusta la exposición mediática, la presión ciudadana o la distrital. Hagámosla. Este es apenas otro mojón en el largo camino que nos falta, pero uno fundamental y determinante.
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