ENCRUCIJADA
Globalización económica y de las ideas
Dos eventos aparentemente poco vinculados ocurrieron la semana pasada: el destape de varios casos que involucrarían corrupción en Guatemala, y la reunión anual de líderes mundiales en Davos, Suiza, a la cual asistió el presidente norteamericano Donald Trump. Lo que tienen en común es la incidencia de ideas y visiones cada vez más globalizadas que condicionan fuertemente lo que cada país puede hacer de manera individual.
Por una parte, se comprobó una vez más que Guatemala vive la lucha contra la corrupción como una coyuntura crítica -de alcance mundial- que está sacudiendo las bases del poder político y económico en el país. Los que pretenden revertir este proceso quizás puedan retrasarlo y hacerlo más difícil, pero debieran reconocer que es una tendencia mundial que difícilmente será detenida.
La globalización no es un proceso exclusivamente económico. También está asociado con la circulación de las ideas, como se reflejó desde la Revolución Francesa con la difusión mundial de los principios republicanos de fraternidad, libertad e igualdad. La actual lucha contra la corrupción es parte de ese conjunto de ideas que se han divulgado fuertemente a nivel internacional. Los procesos judiciales llevados a cabo en Brasil, Argentina, Perú, Colombia, El Salvador y Guatemala, entre otros, son muestras de ello. Es una dimensión positiva de una globalización de las ideas en torno a la ética.
En Davos, Suiza, se analizaron las consecuencias de la globalización en el ámbito de la economía. Curiosamente, el presidente Donald Trump, que se esperaba con cierto suspenso, no hizo un discurso agresivo, anti-globalización. Su trayectoria, más que su discurso en Davos, debe tomarse como reveladora de su pensamiento. Esta trayectoria incluye abandonar el Acuerdo de París sobre Cambio Climático, reducir los recursos para las Naciones Unidas, acosar a México con el muro, anunciar el aumento de aranceles a las importaciones y perseguir y discriminar contra los migrantes que ya viven en los Estados Unidos. El discurso de Trump en Davos probablemente refleje un reconocimiento de los límites de su poder, así como una búsqueda de apoyo de élites internacionales después de un año de un debilitamiento del poder de los Estados Unidos en el mundo.
La frustración de las clases trabajadoras y medias en Europa y los Estados Unidos, donde aumentó fuertemente la concentración del ingreso en manos del 1% más rico, ha sido aprovechada por políticos populistas, como Donald Trump y otros dirigentes de la extrema derecha europea. El aislacionismo y el racismo han sido parte de sus propuestas, reflejadas en acciones proteccionistas y en la persecución y repatriación de migrantes. Lo que ha faltado han sido políticas alternativas, implementadas para enfrentar la globalización con estados fuertes y orientación social, y no con estados débiles orientados por un obtuso pensamiento neoliberal que los ha hecho vulnerables ante la corrupción.
Ha habido ganadores de la globalización, como los estratos de ingresos medios de China, que ahora cuenta con una pujante clase media y que tienen una impresionante capacidad de consumo. En contraste, el raquítico Estado guatemalteco, condicionado por un pensamiento neoliberal que lo hizo vulnerable a la corrupción, también significó que no tuvo la capacidad de aprovechar la globalización para beneficiar a las mayorías. No sorprende que Guatemala sea uno de los países más desiguales del mundo.
Ya es hora de que los antiguos principios republicanos de la Revolución Francesa se combinen con los principios asociados al conjunto de derechos humanos, y con los muy antiguos principios de la ética y del rechazo a la corrupción. Son ideas que pueden orientar a nuevos liderazgos que hagan de Guatemala un mejor país.
fuentesknight@yahoo.com