EDITORIAL
Enfrentamiento con la historia
Sin embargo, no hay duda de que en la Guatemala de hoy existen dos grupos etarios. Uno, el de quienes vivieron en la época de esa sangrienta etapa de la vida nacional, motivo de sufrimiento y dolor muchas veces profundo y perenne a guatemaltecos de todas las tendencias e ideas políticas, étnicas o posición social. La guerra de esos largos 36 años hizo que prácticamente ningún guatemalteco quedara inmune a sus efectos directos o indirectos y que las lágrimas de viudas, huérfanos y padres se originaran en los dos bandos en disputa y sobre todo por quienes para su desgracia fueron víctimas inocentes.
El otro grupo es el de los guatemaltecos nacidos durante y después de los años setentas del siglo pasado. El lamentable desconocimiento generalizado de la historia nacional, por desinterés o descuido, hace que la mayoría poblacional de Guatemala no tenga conciencia de lo ocurrido. Lo peor es que tampoco hay interés por conocerlo, ni mucho menos de entender las diferencias del mundo bipolar de la Guerra Fría, factor que no se puede eliminar del análisis.
La principal tarea, además de la aplicación de las leyes, consiste en dar a conocer todos los hechos, pero con el esfuerzo de hacerlo de manera balanceada, admitiendo los grandes errores y aberraciones de la época, tanto internos como externos. Es la única manera de que para la población mayoritaria actual del país sea posible entender las razones y los criterios para comprender lo ocurrido, y en esa forma asegurarse de que no vuelva a ocurrir y de que se trata de una etapa negra, producto de la combinación de los factores mencionados.
El enfrentamiento con la verdadera historia es un proceso que en muchas ocasiones ha sido doloroso para el conjunto de la sociedad en muchos países del mundo. En Guatemala, si bien en muchos casos se conocía muy poco de lo que pasaba, la falta de esfuerzos porque ya no ocurriera más se han convertido con el paso de los años en una razón para sentir vergüenza y sobre todo para entender que los castigos deben abarcar a personas de cualquiera de los bandos. Las realidades históricas mundiales de la época eran específicas y ahora ya no existen o son distintas, pero no implica que todo se pueda justificar y mucho menos calificar de excusable.
Estas consideraciones no tienen el objetivo de llegar a veredictos de culpabilidad o de inocencia, sino de resaltar la dificultad y hablar de lo sucedido de manera convincente para las lamentablemente desinteresadas generaciones actuales. Es una tarea muy difícil y esto debe ser un aliciente y un reto para que por fin se logre que Guatemala deje atrás ese pasado del que fue víctima. La realidad actual obliga a pensar en eliminar diferencias y separaciones, como elemento básico para enfrentar el presente y futuro tan inciertos.