Los ciudadanos de Quesada, Jutiapa, están viviendo un interesante proceso de toma de conciencia de su realidad y de empoderamiento colectivo para afrontar sus desafíos sociales dignamente y con amplia participación de su gente. Se han involucrado sus autoridades municipales, comunidades cristianas católicas y evangélicas, consejos Comunitarios de Desarrollo y organizaciones de la sociedad civil.

Todo comenzó cuando se percataron de que su territorio podría ser utilizado por las industrias extractivas de metales y para la generación de electricidad obtenida a partir de biomasa extraída del eucalipto. Ambos proyectos, por el modo como se ha procedido, son una intromisión violenta y prepotente, como siempre han hecho quienes los impulsan, ya sea los financistas extranjeros y el sector empresarial local que los promueven en territorio que pertenecen a los indígenas y campesinos, sin informarles objetiva y verazmente ni contar con su consentimiento.

Ahora bien, si tales proyectos se realizaran en las zonas urbanas privilegiadas donde viven, en los amplios patios de sus mansiones, en sus grandes fincas y en sus artísticos lugares de descanso o recreación, sin duda alguna los rechazarían. Pero como no es así, se presentan como los impulsores del desarrollo y lo pregonan con su publicidad engañosa.

Esa actitud arrogante e hipócrita indigna a los ciudadanos, más aún cuando se dan cuenta de que la institucionalidad del Estado ha mostrado defender los intereses del sector empresarial, los negocios del inversionista extranjero, y no atiende las legítimas demandas de la población.

Es falso afirmar que en el interior de la República se esté generando “una gran aversión hacia la inversión extranjera”, como lo aseveró un purpurado guatemalteco desde Roma (ZENIT, 22 May. 2017). Peor todavía, afirmar que esa reacción es consecuencia del criterio “que todo el que viene es para saquearnos”.

Los indígenas y campesinos guatemaltecos no son tontos ni ignorantes. ¡Me extraña que los minusvaloren! Ello saben distinguir muy bien quiénes llegan con la fiebre posesiva de enriquecerse a costa de sus recursos naturales y quiénes se solidarizan en la lucha por sus legítimas demandas y los acompañan en la búsqueda de una vida más digna y de un desarrollo integral al que tienen derecho.

El pueblo sabe perfectamente quiénes llegan para “saquearlos”, y me refiero a políticos corruptos, verdaderas mafias criminales; a empresarios extranjeros y locales, con mentalidad lucrativa, sin importarles el “buen vivir” de los más empobrecidos del país; y a administraciones gubernamentales indolentes e incapaces de poner en marcha una estrategia eficiente de desarrollo humano e inclusión social.

A los pueblos les indigna que sus derechos de participación ciudadana no sean respetados, pues son ellos los que tienen que decidir sobre los proyectos que impactan su territorio, alteran su medio ambiente, contaminan sus aguas y consumen sus recursos naturales. Ellos saben que no son los principales beneficiados de esos proyectos que se fundamentan en una visión cortoplacista y economicista de desarrollo. Tampoco el país se favorece, como queda demostrado en San Marcos y en San Rafael Las Flores, donde han dejado unas pinches migajas en regalías o en miserables impuestos que se pierden en la maraña de un Estado corrupto y cooptado por mafias politiqueras.

Si este país no ha colapsado ni el Estado ha fracasado es por su gente, como el pueblo de Quesada, que se va empoderando dignamente para la defensa de la “casa común”. ¡Qué pena que el Estado criminalice a sus líderes!

pvictorr@hotmail.com