REGISTRO AKÁSICO

El pulso de la fe

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Quienes presiden a los cristianos no han de ser afectos a la bebida, ni pendencieros, sino indulgentes y desinteresados, estableció San Pablo en su primera epístola a Timoteo. Además prescribía fueran equilibrados, hospitalarios y aptos para la enseñanza. La Iglesia Ortodoxa y la Católica sostiene que los obispos ostentan la continuidad de sucesión apostólica encomendada desde los primeros tiempos del cristianismo.

Afuera las objeciones históricas de esa legitimidad, los observadores reconocen en los obispos, un espíritu de cuerpo representativo de todos sus fieles. Aunque en la sociedad laica, la expresión de sus puntos de vista se observa con atención, no forman ningún mandato u obligación de acatamiento coercitivo. Ahora sus deposiciones carecen de mandatos que coarten la libertad, pues se asume buscan la paz social.

A la vista de tales antecedentes, asombran los comentarios de no católicos para sostener la falta de derecho de expresión del obispo de Huehuetenango, Monseñor Álvaro Leonel Ramazzini Imeri (*1947). La exagerada censura es tan monstruosa al alcanzar amenazas a su vida si no se callaba.

Cuando un religioso, inclusive los obispos, está en contra de nuestros puntos de vista, simplemente se le ignora. No se espera adhesión de estos personajes, a nuestra particular manera de juzgar las cosas. En consecuencia, exigir una posición político partidista de los obispos y otros religiosos, es de necios.

El obispo Ramazzini es egresado de la Pontificia Universidad Gregoriana, alma mater de la élite clerical. Enseñó y dirigió el Seminario Mayor. Fue nombrado obispo, primero de la diócesis de San Marcos; y actualmente, de la diócesis de Huehuetenango. Su posición en contra de la minería de cielo abierto es ampliamente conocida. Reclama un régimen impositivo adecuado, adopción de prácticas contra la contaminación y pactar obras de mitigación.

En 2012, recibió el premio Pacem in Terris, conferido a quienes consiguen logros para establecer la paz y la justicia. Por ello, es inconcebible que pueda estar a favor de asesinatos de trabajadores o incendio de maquinaria por parte de grupos anarquistas patrocinados por intereses oscuros. No obstante, antes que condenar esos desmanes, ha preferido abrir espacios de diálogo para evitar desbordes cada vez más violentos.

No obstante, hay personajes políticamente enfermos, tienden emboscadas a trabajadores que viajan en moto por caminos de terracería. Vedan el derecho al trabajo o libre locomoción. Algunos comentaristas los solapan y hasta lanzan anatemas contra quienes marcan una frontera frente a la violencia impulsada por oscuros intereses.

El respeto existe cuando no estamos de acuerdo. Mientras haya coincidencia no se demuestra esa actitud tolerante. La disidencia permite reconocer la humanidad en común, que se mueve hacia la aceptación del diferente. Se reconoce a Monseñor, no solo por las luchas contra el extractivismo contaminante, sino en muchos otros medios, pues se ha ganado el respeto con actitudes valientes. Se le reconoce por su visita a la Benemérita y Centenaria Logia Estrella de Occidente No. 4 de San Marcos, por las conversaciones con líderes y miembros de iglesias reformadas, por su apoyo a las delegaciones de refugiados en México cuando se negociaba el retorno colectivo y organizado en condiciones de seguridad y dignidad, y por los candidatos de todos los partidos que siempre pudieron sostener una entrevista con él. En fin, ha sido un hombre de paz y merece respeto a la libertad de la palabra por encima de cualquier controversia religiosa, social o política.

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ESCRITO POR:

Antonio Mosquera Aguilar

Doctor en Dinámica Humana por la Universidad Mariano Gálvez. Asesor jurídico de los refugiados guatemaltecos en México durante el enfrentamiento armado. Profesor de Universidad Regional y Universidad Galileo.