PARALELO 30
El presidente desnudo
Se me hace que usted es buena persona, campechano, chapín de corazón. De esos que le van a la Sele, aunque pierda. Incluso, se me figura de aquellos que compran Pepsi y escuchan a Arjona para ser parte de la Guatemorfosis. Se me hace también, con todo respeto, que usted no tiene ni la más mínima idea de la pacaya en que se ha metido. Esa fue su fortaleza: No ser “político”, aunque a partir del 14 de enero le tocará empezar a serlo. Pero partamos de que usted está lleno de buenas intenciones.
Hay quienes no estamos muy contentos de que usted sea el presidente del país. Tampoco lo estaríamos si fuera Sandra Torres, precisamente porque eso que llamamos democracia en Guatemala permanece secuestrada y solo se asoma cuando hay elecciones. Elegir cuando no hay opciones no es realmente elegir. Pero eso no es su culpa, Jimmy. Es uno de los problemas que nos toca resolver a la ciudadanía con usted al mando.
Lo que sí me alertó fue escucharle decir que “Habrá libre expresión en los medios, siempre y cuando se respalde con ‘la verdad’”. ¿Cuál verdad? ¿La suya, la mía o la “de ellos”? Tal vez cabe aquí recordar aquel cuento del traje del emperador y su moraleja.
Así como el traje, hay una situación en Guatemala que nos es invisible porque no queremos verla o porque no nos conviene, y es la concentración estructural del poder en pocas manos, por lo general, en los mismos grupos y que se transfiere en el tiempo. ¿Cómo romper con esas cuotas de poder enquistado en los mismos? La exclusión, el racismo implícito y la pobreza estructural no suceden por generación espontánea ni están en el ADN de los chapines.
Los estigmas, por ejemplo, se reproducen a través de lo que leemos, de las artes, los medios, e incluso por los “chistes” cotidianos. Son prácticas de racismo implícito, don Jimmy, no son parte del “folclor”, como le dijo a Fernando del Rincón hace poco. Así las cosas, nos reímos de los chistes que escuchamos a diario de “inditos”, que según Pedro y Juan son brutos; de mujeres que son objetos sexuales, de blancos pintados de “negritos” que mueven el trasero. Si esas son las verdades que usted sí tolerará en Guatemala como presidente, empezamos mal. No se trata de ser “políticamente correcto”, se trata de empezar a construir un tejido social equitativo, justo, y en donde nadie acumule cuotas de poder que permitan reproducir inequidades e injusticias como ha sido la norma en Guatemala. Sé que es mucho pedir, pero ser presidente en un país como este conlleva esa responsabilidad. ¿Hasta dónde los hilos poderosos en el país estarán moviendo su actuar en esa línea?
Cada vez que tome una decisión, le invito a pensar cómo va a entregar el país en enero del 2020 a quien le suceda. Puede usted pasar como otro servil instrumento o como el estadista que aprovechó las circunstancias históricas para cambiar el rumbo de Guatemala hacia mejores estadios, rompiendo estructuras de poder, construyendo equidad y consensos, integrando, escuchando, no reprimiendo. De ese tamaño es la pacaya que recibió. Cuando se incomode por lo que escucha desde la población, recuérdese don Jimmy cuán incómodo fue para el rey saber que estaba desnudo.
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