EDITORIAL
El fracaso de los acuerdos de paz
Pasados veinte años de la firma de los acuerdos de paz, es muy válida la pregunta de por qué fallaron en la práctica que se hacen tanto los guatemaltecos como quienes en ese entonces se interesaron en apoyarlos y conocerlos, así como los ciudadanos que pasado ese tiempo desean conocer las causas y las condiciones históricas de ese suceso.
Es necesario indicar, previamente, que un objetivo logrado fue el fin de la sangrienta y a la postre inútil confrontación armada entre hermanos que había caracterizado los anteriores 36 años. Aunque en ese momento no se pensó con la suficiente claridad, pasado el tiempo quedó evidenciado que el silencio de las armas de fuego no implicó el cese de la lucha entre los grupos que las empuñaron, aunque esta cambió a la parte puramente política, cuyos claros efectos aún se padecen en el país.
El fracaso también incluyó a la insurgencia, que al convertirse en partido político para luchar por llegar al poder no logró el apoyo popular y eventualmente quedó reducida a lo que es ahora, un grupo pequeño de diputados de posiciones individualistas dentro del Congreso, que sigue siendo el centro del desprestigio nacional. Un resultado indirecto muy valioso lo constituye el que la presentación abierta de puntos de vista diametralmente distintos, en especial en los medios de comunicación, ya no constituye un riesgo para la vida de quien los presenta, como lo era durante el cruento desarrollo de la guerra interna.
Los redactores de los acuerdos de paz se equivocaron en dos aspectos fundamentales. Uno, las largas discusiones previo a ponerse de acuerdo. Dos, haber abarcado demasiados temas, lo que contribuyó a no despertar el interés de la población, que de alguna manera no se sentía involucrada en las negociaciones porque ninguna de las partes había sido lo suficientemente clara en sus posiciones. Eran conversaciones realizadas en países lejanos, entre personas lejanas, representantes del Gobierno, el Ejército y la guerrilla organizada, grupos con los cuales pocos ciudadanos se sentían identificados. Tantos años de generosa sangre derramada habían causado cansancio por lo ilógico de una guerra que seguía, a pesar del desplome de la Unión Soviética en 1989.
El llamado para la consulta popular no tuvo éxito porque ya comenzaba a sentirse la decepción de los procesos políticos y las elecciones. La puntilla fue colocada por quienes quisieron aprovechar con otros fines ese poco comprendido ejercicio político, por lo que en el exiguo 14 por ciento de participantes, la mayoría votó por el No, que en realidad era de rechazo a esa jugada de quienes no querían que los acuerdos tuvieran éxito. Los años de negociaciones quedaron en nada.
Los avances obtenidos desde entonces, en realidad, no se pueden considerar un efecto directo de los acuerdos. Es dolorosa la pérdida de ese esfuerzo, ahora olvidado por lo que ocurrió después, políticamente y en otros órdenes. A pesar de todo constituyen una buena base para intentar cambios reales en el país pero que dependen de una voluntad política que tal vez nunca existirá. En la actual coyuntura política se constatan los pocos logros.