CON NOMBRE PROPIO
El fantasma del fraude electoral
En 1974 se produjo un fraude electoral descarado. Carlos Arana Osorio, quien presidió un gobierno represivo y violento, no podía pensar en entregar el mando a la oposición y menos cuando el candidato vicepresidencial era Alberto Fuentes Mohr. Se preparó la farsa para que apareciera como ganador Kjell Eugenio Laugerud y Mario Sandoval Alarcón en una alianza del Movimiento Liberación Nacional y el Partido Institucional Democrático (el partido de los militares que tenía como secretario general al abogado Donaldo Álvarez Ruiz).
Alvaro Arzú relata en sus memorias, desde su perspectiva, cómo se produjo el fraude y cómo vivió el engaño de los liberacionistas. La oposición tuvo que optar por un candidato militar porque estaba segura de que era la única forma de acceder al poder, pero el candidato opositor, Efraín Ríos Mott, se arregló con la cúpula militar y salió a España para formalizar el timo y la asunción del nuevo gobierno.
En 1978, en otra elección donde solo militares competían, “salió triunfador” Romeo Lucas García, y la oposición, ahora formada por liberacionistas y democristianos, objetó el resultado, alegando otra vez fraude. Lucas asumió y todo quedó “válido”.
El 7 de marzo de 1982 se celebraron elecciones y el candidato oficial, Ángel Aníbal Guevara, “triunfó” en otras elecciones tachadas de fraude, habiendo “derrotado” a Mario Sandoval Alarcón (el candidato del MLN que se había robado la elección del 74 para fungir como vicepresidente), a Alejandro Maldonado Aguirre, quien competía por la Democracia Cristiana y su partido de reciente inscripción, y a Gustavo Anzueto, quien representaba al aranismo “renovado”.
Este fraude fue una de las causas para que, el 23 de marzo, oficiales jóvenes llevaran a cabo el golpe de Estado y pusieran una junta de gobierno integrada por Ríos Montt, Horacio Maldonado Shaad y Francisco Luis Gordillo Martínez. El 9 de junio, Ríos Montt separó a sus colegas y se autoproclamó presidente, para que el 8 de agosto de 1983 de nuevo el Ejército diera un nuevo golpe de Estado para viabilizar la entrega del texto constitucional y la celebración de elecciones porque Ríos Montt quería quedarse al mando sin tiempo de caducidad (quien diga lo contrario que vea la proclama del Ejército).
Las elecciones para Asamblea Constituyente en 1984 fueron el primer proceso desde 1970 confiable. Además, en 1985 se eligió a Vinicio Cerezo en la primera elección presidencial transparente, fiscalizable y libre.
Juan Carlos Monzón narró ante juez que el PP tuvo acceso a información electoral privilegiada para los comicios de 2011 y que él mismo pagó de 6 a 9 millones de quetzales para que electores beneficiados con la bolsa solidaria no pudieran votar en determinados distritos.
Otto Pérez fue electo con 2,300,998 votos y su contrincante Manuel Baldizón obtuvo 1,981,048, la diferencia fue de 319,950 electores. Esta brecha pudo haberse visto influenciada por anomalías como las confesadas por Monzón.
Guatemala compartía con Nicaragua en los setentas los mejores sistemas de fraude electoral, ahora en Centroamérica Honduras y Nicaragua llevan a cabo fraudes constitucionales. Si no queremos aprender de nuestra historia y además queremos cerrar los ojos a la situación regional estaremos condenados a vivir de nuevo con la desconfianza en las urnas.
La Ley Electoral ha sufrido todo tipo de ocurrencias y estamos a la espera de otra retahíla de “ingeniosidades”, pero se ha perdido el concepto de que el derecho electoral existe para brindar más y mejores marcos de participación y generar confianza.
Las declaraciones de Monzón son impredecibles para el régimen democrático porque el fantasma de un fraude asola, y esto debe investigarse desde el punto de vista electoral, no solo penal.