A CONTRALUZ
El éxodo saca a luz la miseria
La caravana de migrantes es la parte visible de una crisis que se manifiesta en miseria, violencia, corrupción y ausencia del Estado. ¿Quién se uniría a esa larga marcha por placer, sabiendo que quizá nunca llegue a su destino? Los hondureños huyen del hambre, de la falta de empleo y tierra, de las maras que los extorsionan y asesinan, de los políticos corruptos que los engañan y saquean los recursos públicos en connivencia con empresarios avorazados. ¿Hay algo diferente en El Salvador y Guatemala? No. La migración de guatemaltecos hacia el norte, por ejemplo, es quizá mayor que esta extensa columna de hondureños que ahora causa pavor en Washington, solo que es silenciosa, individual y en la oscuridad. Es el drama de la falta de oportunidades en nuestros países lo que arroja a miles de centroamericanos a la aventura del sueño estadounidense y que muchas veces termina en la deportación o la muerte.
El éxodo hondureño se ha convertido en una emergencia humanitaria, solo comparable en el continente con la migración masiva de venezolanos a países vecinos. Según cifras de la Casa del Migrante, por la capital han pasado unos 12 mil hondureños, a quienes se han agregado centenares de guatemaltecos. Para el 31 de octubre está prevista la salida de otras columnas de migrantes de El Salvador, lo cual implica que esta oleada es imparable y deja ver que el llamado Triángulo Norte es un desastre para la población local. Es una marcha lacerante que evidencia el fracaso de las políticas de gobiernos de izquierda, como en El Salvador, y de derecha, como en Honduras y Guatemala. Han sido años de abandono total, de falta de infraestructura, de salud, educación, vivienda que ahora muestran su rostro en manifestaciones transnacionales. Para esos regímenes lo importante es que los migrantes envíen remesas millonarias, ellos cuentan en dólares, pero no en el dolor humano del viaje a lo desconocido.
Lástima grande que en lugar de tener una actitud humanitaria frente a este drama, el presidente Donald Trump no ha dudado en utilizarlo con fines proselitistas para ganar votos en las próximas elecciones legislativas. Muy en su estilo xenófobo y racista ha tildado de criminales a quienes solo buscan trabajo para llevar el sustento a sus hogares. También puso a temblar a los gobiernos serviles de Jimmy Morales y Juan Orlando Hernández para que detuvieran la larga marcha de los migrantes. Lo único que se les ha ocurrido es cerrar la frontera de Agua Caliente para vedar el paso de los hondureños, con lo que violan el derecho a la libre locomoción de las personas. Trump amenaza con cortar ayuda, pero no asume su responsabilidad de respaldar a gobiernos mafiosos y de ahogar, en el caso guatemalteco, la lucha contra la corrupción para evitar el saqueo de recursos públicos.
Es muy probable que la caravana de migrantes se estrelle con el cierre de la frontera de Estados Unidos y que del lado mexicano se viva una crisis humanitaria de grandes proporciones. Ojalá no suceda, pero es lo más previsible, amén de que los migrantes atravesarán zonas en el norte mexicano de sumo peligro por la presencia de bandas delincuenciales, que en el pasado han atacado a migrantes. ¿El retorno? ¿Volver a lo mismo? Hablar de soluciones es fácil, en particular de crear oportunidades de empleo y proveer de servicios públicos mínimos a las poblaciones más necesitadas en el Triángulo Norte. Sin embargo, las mafias incrustadas en los sistemas políticos locales son el obstáculo principal para proporcionar una vida digna a los centroamericanos y lograr que desistan de la migración. Por ello, es muy probable que las migraciones masivas como la actual tiendan a repetirse porque la gente que vive en la miseria ya no tiene más que perder.
@hshetemul