EDITORIAL

Un luto que no debe ser ajeno para nadie

Se fueron con grandes esperanzas, pero la maldad, la indolencia y la irresponsabilidad se las arrebataron con todo y la vida. Regresan sus cuerpos, con nombres y apellidos proclamados, aunque se marcharon en secreto con la meta de sacar adelante a sus familias. El luto por su muerte no debería resultarle ajeno a nadie, porque son padres, hijos, hermanos o cónyuges que no volverán a abrazar a sus seres amados, quienes los lloran, tal vez con una enorme deuda adquirida e incluso impagable, a la cual se agrega su irreparable partida.

El cuadro dantesco de Ciudad Juárez aún arde en los ojos. Hay detenidos, pero no se sabe si habrá justicia. Aunque la hubiera, poco o nada le devolverá a los deudos. Fue el canciller guatemalteco a encabezar, ayer, el traslado de 17 cuerpos. Tal vez sea un gesto sincero y no un simple acto de relaciones públicas. En todo caso, de poco consuelo será para quienes se llevan a enterrar en el cementerio del pueblo a los que dijeron adiós semanas atrás.

Entretanto, el éxodo sigue. La época seca diezma los empleos y también los alimentos. Guatemaltecos se siguen marchando desesperadamente con rumbo a Estados Unidos. Retan al destino, se enfrentan a las bandas de traficantes de personas y drogas, a los asaltantes, los violadores, los pandilleros y hasta algunos agentes policiales corrompidos o guardias privados de prisiones cuasiilegales sin supervisión, como la que detonó este infierno que terminan pagando almas inocentes. Sí, las causas de la migración siguen allí, mientras los aspirantes presidenciales enarbolan promesas cortoplacistas, con los mismos efectismos propagandísticos: que pena de muerte aquí, que dinero en efectivo allá, que la familia primero, pero en realidad es la última, sobre todo si habita en un área con ausencia del Estado.

De eso no hablan con seriedad los candidatos a lo que sea. Están más ocupados en aparentar menos edad, lucir dientes más blancos o en fingir humildad. Potentados se hacen pasar por labriegos, exfuncionarios señalados buscan lucir impolutos, politiqueros de oficio y sin beneficio en tres décadas quieren venderse como opciones nuevas. Sus discursos repetitivos los ponen en evidencia y sus fastuosas campañas —con techo máximo de Q34 millones— gritan la deuda y conflictos de interés que adquieren. Mientras tanto, lloran los huérfanos y otros niños se quedan sin padres, porque estos se marchan a intentar el cruce incierto.

Se necesita ya que los aspirantes a cargos públicos se comprometan con una agenda común de cinco puntos para el desarrollo: elevar la calidad educativa mediante una depuración del aparato magisterial sin cortapisas sindicales o pactos de conveniencia, asegurar programas integrales de salud y combate de la desnutrición sin que medien clientelismos vacuos, generar y asesorar emprendimientos comunitarios sostenibles, aborrecer el despilfarro y malversación de fondos públicos mediante nuevas leyes de compras, infraestructura y servicio civil, y respetar y dar continuidad a los acuerdos en favor de la competitividad y el desarrollo sin importar quién se alterne en los cargos. La tragedia nacional ha cobrado vidas de mujeres, de niños, de hombres que se ilusionaron con encontrar la oportunidad que su país les negó. Es tiempo de dejar la hipocresía y trazar el entendimiento nacional para generar un Estado eficiente y un servicio público que haga honor a su nombre. Algo es seguro, si se siguen repitiendo las mismas prácticas, vamos a seguir teniendo los mismos fiascos bajo la sombra de la corrupción y la injusticia.

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