Editorial
Territorio lector
Es especialmente significativo y digno de encomio el listado de 26 municipios certificados como amigos de la lectura.
En pleno auge de las herramientas tecnológicas de inteligencia artificial se hace más necesario que nunca el cultivo esmerado de la inteligencia orgánica, reflexiva, emocional, personal y colectiva: humana en toda su extensión. Gracias a la informática existen múltiples vías de comunicar el saber, pero sin duda alguna, la lectura —de textos digitales o impresos— continúa siendo un puente de oro hacia la información, el conocimiento y el aprendizaje constante. Por eso es lamentable el persistente rezago en comprensión lectora en los estudiantes egresados de diversificado, que no se puede explicar sin la desidia de maestros y padres que tampoco tienen el hábito firme de leer.
Cuando una persona lee, el cerebro desempeña múltiples acciones simultáneas, porque varias zonas neuronales deben coordinarse y conectarse para posibilitar el reconocimiento de signos gráficos captados por la vista y convertidos en conceptos, contextos, significados y, por supuesto, respuestas, únicas y distintas en cada persona, por lo cual enriquece de manera singular a cada quien.
Desde 2000 existen en Guatemala constantes iniciativas, proyectos, programas y exhortaciones para animar la construcción de vidas guatemaltecas lectoras. El avance ha sido excesivamente lento y con ello el acervo cultural de muchos jóvenes resulta limitado, incluyendo estudiantes universitarios. No son pocos los profesores que han detectado trabajos de síntesis de libros o elaboración de ensayos que han sido hechos con aplicaciones de inteligencia artificial. Se creen muy listos quienes hacen esto, pero al final es como cualquier fraude: se estafan a sí mismos. Es el mismo viejo truco de quien falsifica una tesis tomando trozos de otra sin citar al autor. Pero no por vieja una práctica llega a ser correcta. Jamás.
El ejercicio lector, no solo de información de coyuntura y actualidad —ni solo chats de redes sociales—, sino de novelas, poemas, cuentos, dramaturgia, ensayos… es un auténtico gimnasio diario para el cerebro. Es un proceso que crea inteligencia y sigue transformándola en el tiempo. Por eso es especialmente significativo y digno de encomio el listado de 26 municipios certificados como amigos de la lectura.
Este programa es impulsado por la Gran Campaña por la Educación. Siete de estos municipios —Río Blanco y San Antonio Sacatepéquez, en San Marcos; San Andrés Xecul, Santa María Chiquimula y Momostenango, en Totonicapán; Purulhá, Baja Verapaz, y Puerto Barrios, Izabal— fueron admitidos en tan selecto grupo el 11 de diciembre último. Para lograrlo han puesto en marcha programas de estímulo en escuelas y programas para facilitar el acceso a libros.
Los municipios amigos de la lectura solo son un 8 % del total nacional. ¿Qué puede haber detrás de este tácito desinterés? ¿Baja escolaridad de alcaldes? ¿Poca lectoría en los concejos? ¿Menosprecio por el conocimiento? ¿Indiferencia hacia el potencial de más niños, jóvenes y adultos lectores en la comunidad o más bien temor a contar con ciudadanos más conscientes, críticos e instruidos? Las causas pueden variar, pero los efectos del hábito lector son los mismos: la mejor defensa contra las intolerancias, las polarizaciones, los populismos y las falacias electoreras. Quizá por eso a muchos politiqueros no les interesa y hasta dificultan ampliar el territorio lector.