EDITORIAL
Solo unidos se puede combatir peligro masivo
Las actividades preventivas y las campañas para aprender cómo autoexaminarse tienen un gran valor.
Tan solo el año pasado se detectaron dos mil 244 casos de cáncer de mama en Guatemala, equivalentes a un aproximado de seis nuevas pacientes diarias. Esos son los cuadros diagnosticados, pero a escala nacional existe un amplio subregistro de este y otros padecimientos, a causa de limitaciones de cobertura, lejanía de comunidades y pobreza que impide acceder a servicios médicos y transporte. Aun así, el desafío es total para la sociedad guatemalteca y por ello es relevante la conmemoración cada 19 de octubre, declarado Día Mundial de la Lucha contra el Cáncer de Mama desde 1991 por la Organización Mundial de la Salud.
Actividades informativas y jornadas médicas específicas se promueven a lo largo del mes e incluso abarcan otros tipos de cáncer femenino como el de cérvix, que tiene tasas mayores de incidencia y de mortalidad. La detección es un primer paso de esta lucha, sobre todo si se logra identificar en una etapa temprana. Las actividades preventivas y las campañas para aprender cómo autoexaminarse tienen un gran valor porque rompen tabúes y pueden significar la diferencia de una mejor esperanza y calidad de vida.
Una vez identificado el padecimiento, es literalmente vital el tratamiento moderno, puntual y especializado para vencer esta enfermedad que hoy por hoy afecta a unas 40 mil guatemaltecas, muchas de ellas en áreas rurales y zonas marginales urbanas. Los hospitales San Juan de Dios y Roosevelt tienen unidades específicas de atención oncológica para mujeres, lideradas por médicos visionarios que han procurado una paulatina mejora de atención a pesar de las limitaciones presupuestarias atávicas del Estado. Así también, entidades como el Instituto de Cancerología brindan la posibilidad de contar con un tratamiento adecuado.
Son muchas las demostraciones de valentía y fortaleza que subyacen en este drama, el cual va mucho más allá de cifras de incidencia, prevalencia y mortalidad. No son incidentes abstractos ni simples números: hay nombres de madres, hijas, hermanas, sobrinas, nietas, abuelas, y cada caso es único en su historia personal, nexos de familia, amistad, sentimientos, emociones y, sobre todo, la decisión de enfrentar la enfermedad.
Cada vez se genera mayor conciencia y sensibilidad acerca del dolor, la angustia y la resiliencia protagonizada por pacientes, verdaderas guerreras de la vida, que se ven acompañadas por la generosidad de auténticos ángeles y benefactores: seres queridos, médicos, enfermeras, terapistas, voluntarios de fundaciones y también pacientes que han vencido el cáncer y comparten su testimonio de esperanza. Esto, a su vez, refuerza la necesidad de abordar el padecimiento desde una perspectiva multidisciplinaria, que incluya, por supuesto, la sabiduría médica y farmacológica, pero también el apoyo psicológico y espiritual. El cáncer de mama se puede vencer, pero no se puede negar que en ciertos casos, por su agresividad o detección tardía, puede llegar a ser mortal. Unas 400 guatemaltecas murieron en 2023 por esta causa. Un homenaje a su memoria y valentía, porque su lucha no fue en vano. También hay sobrevivientes que siembran esperanza, inspiran a más guatemaltecas a seguir adelante y al personal médico, a continuar su labor con caridad, humanidad y sentido del deber.
No nos quedamos en la retórica: el sistema público de salud debe crear centros multidisciplinarios para atender las dolencias mamarias y oncológicas de mujeres, facilitar el acceso a la radioterapia, quimioterapia e inmunoterapia en regiones urbanas y rurales, y propiciar la formación de especialistas en esta rama, para salvar vidas.