EDITORIAL

Sin control fondos de campañas en el Cang

La misión del Cang es: “Garantizar que los profesionales del derecho y afines ejerzan su profesión con estricto apego a la Constitución, con justicia, equidad, responsabilidad y ética”.

La cuarta acepción del término “colegio” en el Diccionario de la Lengua Española —referente para la definición de términos en las leyes de Guatemala— dice: “Sociedad o corporación de personas de una misma profesión, a la que generalmente se atribuyen funciones de ordenación y disciplina de la actividad profesional”. El Colegio de Abogados y Notarios de Guatemala (Cang) fue establecido en 1947, pero antes tuvo varios antecedentes. La primera organización de abogados en Guatemala surgió en 1810. Atravesó estadios de corte más académico y otros más bien gremiales. El dictador Manuel Estrada Cabrera —quien paradójicamente era abogado— cerró el colegio por haberle reclamado desmanes y exigido respeto a los derechos ciudadanos.

La misión del Cang es: “Garantizar que los profesionales del derecho y afines ejerzan su profesión con estricto apego a la Constitución, con justicia, equidad, responsabilidad y ética”. Cada ciudadano tendrá su propio juicio acerca de la efectividad en el cumplimiento de tal aspiración, de las acciones efectivas para regular transgresiones, abusos o negligencia, así como realidades, laxitudes, contradicciones y también silencios cuestionables. Por sus directivas han figurado brillantes y respetables juristas, pero también perfiles anodinos.

Con el paso a la democracia en 1986, diversos cargos del Estado, incluyendo magistraturas de todo nivel y entidades, están a cargo de profesionales del derecho, junto con procesos de postulación y evaluación. Esto detonó, sobre todo en los últimos tres lustros, una eclosión de universidades para poder tener facultad de derecho y así tener pase automático a tales procesos. Los mismos procesos de definición de directivos del Cang exhiben pugnas, componendas y descarados trasiegos de influencias para procurar designaciones de alfiles o más bien peones afines.

Se pudo observar tal gazuza por concretar influjos en el pasado proceso de postulación de magistrados de la Corte Suprema de Justicia y salas de Apelaciones, y los resultados están a la vista. En los próximos dos años, el Cang participará en la designación de nuevo titular para fiscal general, magistrados de Corte de Constitucionalidad y Tribunal Supremo Electoral. Hay muchos intereses en juego. Ello explica la multiplicación de planillas en contienda: 11. Algunas tienen notorios vasos comunicantes con operadores, poderes fácticos —lícitos e ilícitos—, funcionarios, exfuncionarios y politiqueros.

A pesar del alto riesgo de infiltración de dinero sucio y propósitos nocivos en detrimento del bien común, no existen a la fecha mayores controles en el Cang para regular, monitorear o exigir cuentas a las planillas participantes acerca del origen de los recursos que gastan en campañas, algunas de ellas sospechosamente dispendiosas. Actividades publicitarias, fiestas, almuerzos, cursos y ediciones de libros se efectúan en la capital y departamentos del país para atraer el voto de los más de 30 mil colegiados en la elección de directiva.

Como en todo gremio, son imprescindibles las afinidades y las relaciones sociales, comerciales, académicas y profesionales, pero las importantes obligaciones públicas de cada directiva no solo tienen relevancia interna en el Cang, sino un efecto en la institucionalidad del país. El Cang debería establecer mínimos requerimientos de reporte, auditoría o informes de cifras y financistas. El descontrol solo le conviene a ciertos grupos, pero no a la institucionalidad ni al bien común de los guatemaltecos. Por ahora, solo queda apelar a la integridad de los agremiados, para que voten responsablemente y no se dejen comprar por prebendas, edecanes o tortillas con cerdo asado.

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