EDITORIAL
Secretismo y ambición marcan anodino corro
La integración regional es necesaria, pero puede prescindir del Parlacén.
El Parlamento Centroamericano nunca fue ni será lo que su nombre dice porque sus decisiones son aisladas, incoherentes, no vinculantes, inconsultas con los Estados miembros; porque sus diputaciones son una especie de beca para no hacer nada más que gastar recursos estatales y gozar de privilegios injustificables precisamente por la desconexión de sus funciones con cualquier otro aspecto de las vidas nacionales. A estas alturas está demostrado que no es un foro ni una instancia seria y mucho menos democrática, porque la discusión política real es inviable, a causa de su naturaleza inconexa. Por más de tres décadas, la acción parlacenista ha sido de pura apariencia y de componenda para el continuismo del elefante blanco: una alcancía a la cual se le mete dinero de los ciudadanos para que otros lo gasten en privilegios.
No solo eso, sino que por 30 monedas —o más bien US$350 mil al año— venden a la región centroamericana con Rusia, a la cual representan solo de nombre, pero con esa máscara les alcanza. Se impuso la adhesión del gobierno ruso como “observador permanente”, con una votación hecha a escondidas, porque se efectuó a toda prisa, sin convocar a la prensa, y porque cada diputado emitió un sufragio innecesariamente secreto, lo cual denota que actúan a sabiendas de las contradicciones que entraña tal aprobación.
El carácter presuroso y arcano de la votación exhibe de nuevo el talante convenenciero de la institución. Se traslucen intereses ocultos, sobre todo de promotores de dicha adhesión, entre ellos el actual presidente rotativo, Daniel Ortega, hijo y homónimo del dictador nicaragüense e invitado en múltiples ocasiones a visitar Rusia, uno de los pocos países que avalan la satrapía sandinista. Pero quieren dar la impresión de democráticos a través del corro
istmeño.
Varios expresidentes guatemaltecos han vociferado, ofrecido, asegurado durante sus candidaturas que pondrán fin a tal farsa y sacarán a Guatemala de ese ente, pero una vez necesitados de impunidad, corren hasta con nocturnidad para ser juramentados. Ni la “Bancada Guatemala” ni el actual partido oficial se han pronunciado acerca de la postura de sus integrantes dentro del Parlacén respecto de Rusia o de la permanencia del país en tal entidad. El actual secretario presidencial, Juan Garnica, fue electo diputado del Parlacén, así como integrantes de Vamos, UNE, coalición Valor-Unionista, Viva, Todos, Nosotros, VOS y URNG. Ni siquiera los defensores más vehementes del “nacionalismo” y de la “soberanía” se han pronunciado sobre la inclusión rusa o china en el Parlacén.
Es llamativo cómo la moción rusa se impulsó a través de una iniciativa respaldada por 76 diputados, pero ya en la votación solo 65 la avalaron. Algunos zafaron bulto tras el aluvión de críticas. Varios diputados guatemaltecos dijeron en días previos que, como mínimo, se abstendrían de votar, pero no se sabe cómo actuaron por el sospechoso e innecesario secretismo, más bien propio de despotismos que de democracias. El voto secreto se instituyó para ciudadanos, para que no fueran víctimas de presiones, amenazas o represalias, pero en el caso de parlamentarios, son representantes públicos y, por lo tanto, no pueden operar furtivamente.
La integración regional es necesaria, pero puede prescindir del Parlacén. Ya existe el Sica, con mayor funcionalidad, acuerdos y resultados, pero resulta que aquel ente lo “supervisa”, una atribución generada solo para aparentar. La pregunta es si el presidente Bernardo Arévalo y la vicepresidenta Karin Herrera también dejarán al elefante blanco pasearse en la cristalería hasta poder subirse en él, o si intentarán ponerle fin a la estafa.