Editorial

Se cumple el primer cuarto del siglo XXI

El 2024 ha sido de muchos reclamos sobre el estado de la infraestructura vial para mejorar la competitividad, el transporte de cargas, las eficiencias de tiempos de embarques de exportación e importación.

Para quienes hoy frisan los 40 años es posible aún recordar los preludios apocalípticos que rodeaban el paso del año 1999 al 2000, incluyendo el anuncio nunca cumplido de un apagón global debido al hoy anodino Y2K, según el cual las computadoras solo usaban dos dígitos y sus cómputos generarían error al pasar de 99 al 00. Millones de guatemaltecos han nacido y crecido en 25 años, se han integrado a la población productiva y cada vez son menos los que vivieron los horrores del conflicto armado interno con todo y su torva violencia política, abyecta persecución judicial contra la inteligencia y la libre expresión; por ende, la emotiva vivencia del retorno a la democracia o de la firma de los acuerdos de paz solo puede ser evocada por menos de un tercio de guatemaltecos.


En 25 años, Guatemala ha pasado por ocho presidentes, incluyendo uno defenestrado por corrupción y otro, interino por cuatro meses; el balance del desarrollo humano ha tenido leves mejoras pero se mantienen grandes contrastes por regiones del país. Basta decir que la desnutrición crónica continúa en los mismos niveles de 50 % y siguen falleciendo, cada año, decenas de niños por desnutrición aguda.


En el plano de la educación pública, el país lleva casi los 25 años con una rémora pesada, prepotente y convenenciera en la dirigencia que ha hecho difícil la transformación de la exigencia docente en el proceso de enseñanza-aprendizaje. El problema no es menos grave, pues un tercio de la población tiene menos de 14 años; es decir, necesita una instrucción actualizada, innovadora, formadora de intelectos versátiles ante los requerimientos de nuevas capacidades tecnológicas, laborales y de habilidades blandas. El actual gobierno trata de aminorar el peso de ese lastre que fue compadre hablado de previos mandatarios.


El 2024 ha sido de muchos reclamos sobre el estado de la infraestructura vial para mejorar la competitividad, el transporte de cargas, las eficiencias de tiempos de embarques de exportación e importación. En efecto, se necesita un plan y un liderazgo firmes para trazar la transformación carretera, sin caer en la perversión de las coimas por contratos o los pagos adelantados por obras mediocres. Pero si vemos el primer cuarto de siglo, el deterioro y el amaño empezaron poco antes de aquel 2000 y se fueron enraizando. Algo similar cabe decir de la salud pública, los abastos hospitalarios y los manejos truculentos de recursos mediante fragmentación de contratos. No fue sino hasta este año que se retomó el apoyo de la ONU para contar con un suministro constante y a precios internacionales; aún así, persisten el robo hormiga y la impunidad en evidentes desfalcos.


Ni un solo partido político del 2000 sobrevive: se han extinguido por falta de votos, por casos de corrupción, por deceso de caudillos y el transfuguismo de sus séquitos hacia otros símbolos. Esta distorsión se ha agravado con dinero malhabido de exfuncionarios, los conflictos de interés de financistas y contratistas o la incursión del narcodinero, sobre todo a nivel de localidades costeras y fronterizas. Incluso hay presidenciables convictos.


La democracia sobrevive y en este 2025 se cumplirán 40 años de las primeras elecciones democráticas, pese al asedio de grupos retrógrados y viejas artimañas para desfalcar al Estado. La libre expresión se erige como piedra de toque y el ciudadano debe reclamar su dignidad como causa, fin y razón del Estado. La ciudadanía debe repudiar la politiquería trasnochada que usa la polarización como distractor. Para salir adelante, Guatemala necesita una visión transformadora que abarque al menos hasta la mitad del siglo XXI.

ESCRITO POR:

ARCHIVADO EN: