Editorial

Respuesta a impactos invernales debe ser ágil

El diagnóstico realista de puentes, ríos canalizados, taludes y sistemas de drenaje es más urgente que nunca.

Los antecedentes de abandono vial,  insuficiente supervisión de vulnerabilidades en cuencas y carreteras, proyectos fallidos —y sospechosos de amaño— adjudicados en el anterior gobierno y los súbitos niveles de alta precipitación pluvial se conjugan   para causar socavamientos como el ocurrido ayer en la autopista Palín-Escuintla,   que deja inutilizables tres carriles. Pero a pesar de todos estos factores, las excusas sobran y se multiplican las expectativas de una pronta reparación de dicho tramo, vital para la economía nacional.

Lo mismo cabe decir del puente faltante en el kilómetro 17 de Villa Nueva  por el hundimiento del 4 de agosto de 2023, siempre en la ruta CA-9. El anterior ministro de comunicaciones,  Javier Maldonado, ofreció el restablecimiento del paso en cinco meses, pero ya van diez. No es el único proyecto inconcluso, y sin embargo no existe a la vista ninguna pesquisa, a pesar de las denuncias planteadas en el Ministerio Público, como si allí también hubiera un socavón en las rutas de ciertos casos. Para empeorar el asunto, entre los kilómetros 13 y 17 se han identificado cavernas causadas por drenajes colapsados, los cuales deben ser reparados para que no se repitan los hundimientos registrados en junio y septiembre de 2022 por causas similares.

Sin embargo, el peso de la responsabilidad por la correcta rehabilitación de tramos dañados  y mitigación de ulteriores complicaciones recae de lleno en las autoridades del Ministerio de Comunicaciones y de la Dirección General de Caminos. La temporada de lluvias apenas comienza y no hay que esperar a que surjan situaciones graves en otras regiones y carreteras. Las municipalidades de áreas afectadas tampoco pueden hacerse de la vista gorda, sobre todo si involucran drenajes dañados o mal hechos.

Tampoco falta el oportunismo de politiqueros de carrera que intentan sacar protagonismo del desastre,  incluso a pesar de haber figurado en previos gobiernos o de haberlos avalado al plegarse a oficialismos que aprobaron ingentes botines viales de los cuales nadie rinde cuentas. Podría argumentarse que el tablero de intereses, presiones y jugadas políticas suele funcionar a base de coyunturas convertidas en discurso crítico, pero es simple y vulgar populismo, que también termina socavando soluciones. Sí es necesaria la oposición crítica, exigente, pero también integral. Ello implica la propuesta de soluciones viables y la cooperación en favor del bien común.

No hace falta una emergencia de gran magnitud para tirar las banderas partidistas, pues la campaña electoral finalizó hace muchos meses. La etapa lluviosa apenas comienza y también la temporada ciclónica, que suele tener sus semanas más peligrosas a partir de agosto. El diagnóstico realista de puentes, ríos canalizados, taludes y sistemas de drenaje es más urgente que nunca.

Sin embargo no hay que perder de vista las necesidades de mediano y largo plazo,  que usualmente las administraciones gubernamentales relegan en nombre de clientelismos y conveniencias. El país no puede seguir dependiendo de una sola ruta hacia la portuaria sur y es urgente retomar el proyecto del Anillo Regional Interdepartamental, al menos en uno o dos tramos más que permitan vislumbrar nuevas posibilidades logísticas y competitivas. Lo mismo cabría decir de la ruta al Atlántico, pero ya el anterior presidente Alejandro Giammattei se encargó de trocar el tramo de El Rancho a Río Hondo por el hospital de Chimaltenango, que costaba mucho menos y que dio origen a un escándalo de corrupción que tampoco ha sido castigado.

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