EDITORIAL
Propuesta electoral no pasa de regular
Cada período de gobierno que fenece deja grandes lecciones que lamentablemente muy pocos aprenden, porque pese a que llegan nuevas administraciones persisten vicios que deterioran la confianza ciudadana, impiden la consecución de mayor eficiencia y relegan el objetivo primordial de mejorar los indicadores de desarrollo humano: desde el vulgar nepotismo y la contratación de allegados, los manejos opacos del erario, la ineficiencia en los programas de salud y educación, la intolerancia a la crítica y la utilización clientelar de los recurso del Estado son algunos de estos lastres que se han prolongado por décadas.
Lo más natural es que cada partido oficialista busque un segundo período de gobierno, algo que ha resultado imposible en el país por la sencilla razón de que la ciudadanía es mucho más inteligente de lo que creen los políticos y se da perfecta cuenta de la inercia, los contubernios y las excusas esgrimidas en los tres años anteriores al proceso electoral. La imaginación es tan poca y tan pobre que siempre terminan culpando a la prensa independiente de su fracaso, que siempre llega con todo y las estratagemas clientelares, dádivas repentinas que desnudan la ineficiencia precedente.
Dicho sea esto para remarcar que la propuesta electoral de partidos y candidatos no pasó de los temas recurrentes y obvió varias áreas que resultan fundamentales para un cambio de dirección y una renovación verdadera en la ruta al desarrollo nacional. Según la Encuesta Libre, casi tres de cada cuatro ciudadanos considera regular o mala la oferta de campaña de los presidenciables. Este resultado resulta lógico al observar la continuidad de prácticas de entrega de alimentos, láminas u otras dádivas, lo cual incluso debería ser constitutivo de delito al ocurrir en la semana previa a los comicios, en un evidente intento de comprar preferencias.
Tales estratagemas no sorprenden, puesto que constituyen toda una escuela de demagogia y clientelismo puesta en práctica en todos los niveles del Estado. Baste mencionar el enojo de una diputada tránsfuga, exintegrante del extinto Partido Patriota y otrora allegada a la exvicepresidenta Roxana Baldetti, que montó en cólera cuando al llegar a una actividad de reparto de víveres en la zona 21 se encontró con que también la esperaban reporteros, que la cuestionaron sobre la proveniencia de tales recursos, así como por los reportes de dicho gasto ante el ente electoral. No hubo una respuesta coherente.
Los candidatos serios deberían presentar planes detallados de áreas prioritarias, con cronogramas de trabajo y montos de inversión, no ofrecimientos generales saturados de alusiones emocionales o falacias ideológicas trasnochadas. Los candidatos serios deberían exhibir su trayectoria como argumento, sobre todo aquellos que tuvieron un cargo como funcionarios públicos o diputados, en lugar de culpar a las encuestas o a los medios de comunicación por sus pobres resultados. Las propuestas serias no deberían tener mayor obstáculo en hallar puntos de acuerdo con las de partidos rivales, sobre todo porque muchos temas pasarán por el Congreso, en donde habrá que buscar consensos. Repartir bonos, presentes o productos comestibles a última hora en busca del voto no solo es un aprovechamiento inmoral de la precariedad que agobia a tantos guatemaltecos, sino constituye un tácito reconocimiento de la falta de estrategias integrales para enfrentar los desafíos que lastran el futuro de la Nación.