EDITORIAL

Prepotencia despótica siempre exhibe debilidad

Detrás de los autoritarismos intolerantes siempre hay miedo a la ciudadanía digna. Por más máscaras que se pongan las tiranías, salen a la luz las corruptas ambiciones despóticas. El disfraz de moda es la fachada democrática, pero con cuerpo y extremidades de satrapía medieval. Gobernantes dictatoriales
—y sus serviles allegados— esgrimen invocaciones a la democracia y sus garantías constitucionales mientras pervierten el andamiaje legal con discrecionalidades, dobles discursos, endoso de culpas y persecución de ciudadanos críticos. Exacerban la polarización con sintomáticas invocaciones religiosas y excluyen con estratagemas legales a figuras políticas de oposición.

El prolongado y azaroso desastre de Venezuela tiene claros culpables. De haber sido una potencia industrial y comercial, pasó a ser país emisor de millones de exiliados políticos y económicos, y un referente global de represión e involución en el desarrollo. El chavismo, que llegó al poder en 1998 a través de las urnas, se ha aferrado mediante el bloqueo a la libre expresión, a la libre empresa y al derecho humano de libre participación electoral. Se celebran comicios periódicos, pero amañados con coacción, limitaciones leguleyas y parches casuísticos.

Tanta barrera a la participación política en cada proceso solo exhibe el miedo chavista a la decisión ciudadana libre. El 27 de enero último, el Tribunal Supremo de Venezuela, en teoría independiente, aunque títere del oficialismo, confirmó la prohibición de la candidatura presidencial de la líder opositora María Corina Machado mediante una supuesta prohibición a optar a cargos de elección durante 15 años, por el hecho de ejercer su libertad de expresión.

Machado ganó las primarias de la oposición integrada por varios partidos con más del 90 por ciento de votos. Ello la convierte en una poderosa promesa de alternancia en el poder. Solo tres meses han pasado desde que Estados Unidos levantara sanciones comerciales impuestas contra el régimen chavista. El presidente Nicolás Maduro ofreció libertades democráticas, pero el reciente fallo judicial exhibe la mentira, aunque intente venderlo como una decisión “independiente”.

El contraste de perfiles es abismal: Machado es ingeniera industrial y catedrática universitaria con maestría en Finanzas, mientras que Maduro fue conductor de autobús y sindicalista que aprovechó el andamio del chavismo para asumir el poder tras la muerte de Hugo Chávez en el 2013. Machado tiene al menos posibilidades de plantar buena lid en campaña, en un país harto de la crisis económica, una inflación del 200 por ciento en 2023 y la destrucción del aparato productivo que ha generado millones de desempleados y un éxodo masivo. Machado fue condenada a una inhabilitación previa en el 2014 por sus críticas a la “dictadura militarista”.

Cualquier parecido con la realidad en otras latitudes es pura y lógica coincidencia de patrones de acción despótica, con diferencia de resultados. Y esa diferencia estriba en la valentía ciudadana para defender la democracia, el estado de Derecho y el auténtico espíritu de las leyes. En todas partes hay cortes parcializadas, pero tarde o temprano caen. “En dictadura, mientras más débil esté el régimen, mayor será la represión”, dijo Machado en el 2014, y al parecer existen muchas vulnerabilidades en el régimen de Maduro que demuestran su inmenso temor a que la ciudadanía le eche en cara su fracaso.

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