Editorial

Monto anual de remesas se duplica en un lustro

Guatemala es el segundo país de Latinoamérica con más remesas, solo superado por México.

En términos relativos de porcentaje podría parecer vegetativo el crecimiento del monto de remesas enviadas al país. En el 2023 llegaron US$19 mil 800 millones y el año recién pasado fueron US$21 mil 500 millones. El incremento fue de 8.9%, pero en términos concretos ello representa US$1 mil 700 millones más. Como dato curioso cabe señalar que en 2002, cuando el Banco de Guatemala empezó a registrar el flujo de remesas familiares migrantes, el total anual fue de US$1 mil 579. Este recurso aceleró su crecimiento a partir de la pandemia, pues en 2019 se recibieron US$10 mil 508 millones y cinco años después se ha duplicado la cantidad.

Guatemala es el segundo país de Latinoamérica con más remesas, solo superado por México, cuyo volumen de migrantes en EE. UU. es mucho mayor: unos 38 millones. Los guatemaltecos en la Unión Americana son, según cifras del sistema consular del Ministerio de Relaciones Exteriores, 3.2 millones; sin embargo, hay un amplio subregistro. Muchos connacionales son doblemente indocumentados, pues no tienen permiso legal de aquel país y tampoco cuentan, en frecuentes casos, con DPI o pasaporte.

 En todo caso, en esos US$21 mil 500 millones —equivalentes a unos Q167 mil millones: más que todo el presupuesto del Estado, incluyendo el actual— hay muchos elementos que no tienen precio ni cuantificación: el espíritu laborioso, el ingenio productivo y la capacidad de resiliencia e innovación del guatemalteco. En un contexto cultural extraño, a veces sin poder dominar bien el idioma y lejos de sus seres queridos, los migrantes toman trabajos duros y exigentes que a veces ni siquiera los pobladores locales quieren. Pero a la vez evolucionan, se desarrollan, crecen y a menudo destacan por su excelencia.

Sigue siendo históricamente desafortunada la bufonesca expresión de un expresidente que, en son de broma —de muy mal gusto por su connotación— decía poner a disposición del presidente Donald Trump, en su primer período, “mano de obra barata” para construir un muro fronterizo. Muy poco hizo aquel personaje chusco por mejorar consistentemente los servicios consulares, la emisión de documentos, la asesoría legal y, sobre todo, la generación local de oportunidades para frenar el éxodo de connacionales. Por el contrario, en dicho período de gobierno aumentó la salida de talento guatemalteco en busca de oportunidades.

El monto de remesas del 2024 es un dato histórico pero a la vez constituye un reflejo muy triste: Guatemala sigue perdiendo manos, mentes e inteligencias jóvenes. El bono demográfico continúa saliendo, incluso tras el triunfo trumpista, en busca de la frontera norte. Hay un costo colateral que no necesariamente se cuantifica en números, pero existe: la separación de familias, la incertidumbre de un viaje peligrosos y a menudo el riesgo de perder la vivienda o el terreno familiar porque se ha entregado como prenda de un préstamo ajiotista para pagar a los tratantes.

Desde el anterior gobierno se han activado algunos programas de visas laborales temporales que permitan una estadía regulada y productiva de guatemaltecos. El Ministerio de Trabajo es el rector de estas convocatorias, que merecen ser divulgadas con más antelación e incrementadas por el gobierno estadounidense. En 11 días, el presidente Trump vuelve a la Casa Blanca y hay muchos temores por sus ofrecimientos de mano dura migratoria. Sin embargo, EE. UU. seguirá necesitando fuerza laboral competitiva, versátil y talentosa, y es donde el Estado guatemalteco debe poner ahínco para resaltar el gran valor de los connacionales, que va más allá de las remesas.

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