EDITORIAL
Maestros con mayúscula
Arranca de lleno el ciclo escolar 2023, que se anticipa exigente, repleto de sorpresas agradables pero también negativas en aulas públicas y privadas: habrá estudiantes que pasaron de grado pero no aprendieron lo suficiente en ciertas áreas y requerirán de una nivelación personalizada, pero también habrá quienes se manejan con mayor autonomía en la búsqueda de información útil para su crecimiento en el aprendizaje. El desafío para los maestros, de todos los niveles, de todas las especialidades, es inusitado: un retorno a los salones físicos después de dos o tres años de modalidades a distancia, mediante guías impresas o digitales, con marcada dosificación y selección de contenidos, así como nuevas expectativas por parte de los educandos y los padres de familia.
El internet se convirtió en aliado clave durante los ciclos escolares a distancia, pero son innegables sus ruidos, riesgos y brechas de acceso. No todos los estudiantes tenían posibilidad de conectarse ni de tener siempre la misma atención y comprensión.
El ámbito concreto del aula física tradicional vuelve a sonar a novedad y a una comprobada necesidad de interacción. Esto abre campo a nuevas experiencias y metodologías didácticas, una tarea en la cual las facultades universitarias de Pedagogía y Psicología pueden ser aliadas valiosas.
Reconocimientos como la selección de Maestros 100 Puntos, otorgada por Empresarios por la Educación, resaltaron entre 2020 y 2022 los aportes creativos, las propuestas innovadoras de enseñanza y la generación de soluciones realistas para mejorar la comprensión de conceptos, la aplicación práctica del conocimiento y, sobre todo, el fomento de la curiosidad infantil o juvenil. Todos estos perfiles docentes tienen en común el entusiasmo, la abnegación y el ideal de impulsar al futuro un apostolado que tiene como meta la germinación de mejores ciudadanos.
Lamentablemente, los clientelismos y autoritarismos prevalentes en entidades como el Sindicato de Trabajadores de la Educación de Guatemala no premian la dedicación, sino la sumisión; no impulsan el liderazgo, sino la delación y la ciega obediencia a dirigentes venales. Necesario es decirlo, no todos los maestros son así y de hecho existe una gran mayoría que puede escribir su profesión con mayúscula cuando contribuye a cambiar tales patrones. Pero se necesita unión, fortaleza y una nueva ética magisterial. Para este fin contribuyen muy poco los diputados, gobernadores o alcaldes que trafican plazas en el sistema educativo nacional, no por mérito, sino como pago por apoyos políticos, sobre todo en la temporada electoral. Esta nociva práctica deja fuera de las aulas a maestros egresados con grado universitario y abre espacios a advenedizos sin mayor mística.
La misión está abierta y las grandes necesidades de Guatemala refuerzan la exigencia que pesa sobre cada Maestro y Maestra: no solo es un repetidor de instrucciones prefabricadas, sino un especialista en dar sentido e interconexión a los datos de cada asignatura. No solo es la figura de autoridad dentro de la clase, sino un inspirador de valores vívidos; no es un prolongador de un modelo desventajoso, sino un transformador de futuros.