EDITORIAL

La vida sobre dos ruedas

Mucho se ha dicho y escrito acerca de las bondades del ciclismo, no solo como deporte y recreación, sino también como un medio de locomoción viable, sano y no contaminante, algo que cobra especial valor en la actual crisis ambiental. Sin embargo, aún no hay manera de que en Guatemala se respete la condición del ciclista.

En ciudades y carreteras es usual escuchar acerca de personas que se desplazan en bicicleta, que resultan lesionadas o incluso fallecidas debido a la imprudencia, agresividad e irresponsabilidad de pilotos de vehículos livianos, camiones e incluso motocicletas. Como si se tratara de una jungla, impera la ley del más fuerte y en materia vehicular, los ciclistas resultan ser los más vulnerables.

Si bien se han creado cada vez más rutas claramente identificadas como ciclovías, todavía persisten numerosos obstáculos físicos y también mentales que dificultan el acceso a una sociedad más tolerante, más considerada e incluso dispuesta a cambiar motores por pedales.

La falta de planificación urbana, la expansión poblacional y la misma topografía de la capital y otras cabeceras departamentales tampoco ayudan a generalizar el uso de la bicicleta. Sin embargo, el obstáculo más grande suele ser el temor a ser víctima de un percance vial que pueda llegar a costar incluso la vida.

Han surgido iniciativas y grupos de ciclismo que sin duda alguna contribuyen a fomentar esta sana actividad en diversas modalidades: desde recorridos extremos de montaña hasta apacibles paseos en localidades que poco a poco se abren al turista de dos ruedas. Por ejemplo, la llamada Bici-ruta es una de ellas y se trata de un proyecto incipiente que intenta crear nuevas conexiones, no solo viales sino humanas, con la vista puesta en la construcción de un país más armónico y amigable.

En la edición de este domingo se presentan además las historias de cinco personas que tienen enfoques ciclísticos muy distintos entre sí, pero que poseen algo en común: han adoptado el desplazamiento sobre dos ruedas como una rutina, una cultura de vida y un empeño constante por tratar de involucrar a más personas en este apasionante hábito que no solo permite ahorrar dinero y tiempo, sino también malos ratos en el tránsito o incluso reducir contingencias cardiovasculares. Es necesario también que las autoridades municipales y del gobierno central contribuyan con campañas de concienciación y promoción del ciclismo. Existen ya algunos proyectos ediles que buscan facilitar la renta de estos aparatos de desplazamiento y diversión.

Existe también la posibilidad de llegar a tener un alto rendimiento en alguna de las disciplinas deportivas relacionadas con el ciclismo, pero usualmente ello nace a partir de pequeñas vivencias y también de necesidades muy concretas. Es lógico, por ello, que muchos grandes campeones de ciclismo guatemalteco hayan surgido de pueblos del Altiplano o del Oriente, en donde es más usual que la vida vaya sobre dos ruedas. Es tiempo de reforzar el cambio de paradigmas, de retomar el pedaleo y decidirse a recuperar la ilusión de un niño que aprende a andar en bicicleta.

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