Editorial
La educación debe ser impulso, no lastre
La cartera y el Gobierno en conjunto deben estar dispuestos a aprovechar el momentum actual para cambiar el paradigma clientelar que ha imperado por más de dos décadas.
El momentum, en física, es aquella magnitud que describe movimiento. Se obtiene al multiplicar la masa de un cuerpo por su velocidad en un instante determinado. Por ende, el momentum de un objeto pequeño es menor al de un objeto grande a similar velocidad. Citar este ejemplo tiene un fin metafórico, no solo por el inicio del ciclo escolar del 2024 en el sector público, sino porque en el inicio de cada gobierno existe un momentum social, político y estratégico mucho mayor que en cualquier etapa para poder emprender cambios drásticos en determinadas áreas.
En efecto, se anunció el plan de remozamiento físico de unos 10 mil planteles públicos, para lo cual se han destinado Q750 millones, cifras que sin duda alguna han de ser modificadas, pues en promedio tocaría Q75 mil a cada centro, lo cual en algunos casos será insuficiente dados el abandono en que sucesivas administraciones han tenido la infraestructura de enseñanza, bajo muy diversos pretextos. Tal esfuerzo es loable, pero deberá presentarse un informe claro del avance de resultados. No es que todo tenga que repararse al mismo tiempo, pero sí con calidad y visión integral.
Es necesario, además, ampliar los recursos tecnológicos para el proceso de enseñanza-aprendizaje, lo cual no solo abarca la metodología del aula o las tareas escolares, sino también los mecanismos modernos mediante los cuales se refuercen contenidos. Existen exitosos modelos interesantes de teleeducación con expertos en matemática, ciencias naturales o sociales, en los cuales el docente sirve como mediador de la atención; la pandemia dejó interesantes experiencias de alcances y limitaciones del medio digital, que pueden servir para adecuar contenidos y redefinir las competencias por priorizar.
La ministra de Educación, Anabella Giracca, heredó una inercia —ya que hablamos de física— de desconocida magnitud en la negociación de pacto colectivo: un recurso que ha sido utilizado como ariete y chantaje en sucesivos gobiernos por parte del dirigente Joviel Acevedo. Giracca asevera que la negociación será pública y bajo condiciones de mejora en la calidad docente. La cartera a su cargo y el Gobierno en conjunto deben estar dispuestos a aprovechar el momentum actual para cambiar el paradigma clientelar que ha imperado por más de dos décadas. Es previsible la resistencia a una transformación, tan largamente relegada, hacia un sistema educativo eficiente, moderno y competitivo.
En la educación privada también se mueven intereses económicos, y aunque existen muchos establecimientos con mística de servicio, también puede haber oposición de otros a ciertas exigencias, sobre todo en “colegios de garaje” o aquellos entre cuyos propietarios haya diputados, funcionarios o allegados, a quienes les importa más el lucro que el desarrollo. La transparencia y el carácter público de la información son la mejor vía de desactivar ataques arteros contra la actualización metodológica y temática de la enseñanza. Finalmente, y no menos importante, la pertinencia cultural es una oportunidad para potenciar el talento infantil y juvenil de comunidades rurales. La educación bilingüe intercultural tiene grandes adeudos en áreas con idiomas mayas minoritarios. De hecho, ya no deberían ser dos los idiomas por desarrollar, sino tres o más, comenzando por el inglés, que es vital para los negocios, la programación informática, la industria turística y el comercio en línea. Si el potencial humano guatemalteco no tiene límites, ¿por qué se va a permitir que el sistema educativo sea uno?