Editorial

Inteligencia ambiental

Más allá del romanticismo o la simple contemplación del entorno, Guatemala es uno de los países más megadiversos del mundo.

Las cifras de la diversidad ecológica de Guatemala son impresionantes: en el territorio nacional se pueden identificar 14 ecorregiones, 66 ecosistemas y 14 zonas de vida. Al efectuar cualquier viaje, se atraviesan climas distintos, notorias variantes de bosques y geografías características. Esto genera parajes cambiantes, a lo cual se suman temporalidades climáticas que originan un caleidoscopio paisajístico según la hora del día. Es innegable que los atardeceres chapines deslumbran a nacionales y extranjeros, que publican sus imágenes en redes sociales.

Más allá del romanticismo o la simple contemplación del entorno, Guatemala es uno de los países más megadiversos del mundo, y eso representa un inmenso potencial de desarrollo sostenible para comunidades urbanas y rurales. Desde las tierras bajas peteneras hasta las mesetas de Los Cuchumatanes, desde la cordillera volcánica hasta el litoral sur, desde la pequeña, pero maravillosa costa Caribe hasta las montañas de la Verapaz, hay un patrimonio natural que puede impulsar la generación de oportunidades locales para frenar el éxodo migratorio.

Existen casos ejemplares de comunidades organizadas y bien capacitadas que proveen bienes y servicios ecoturísticos, tal el caso de la Asociación para Desarrollo Sostenible del Territorio de Yaxhá, Petén, dedicada a la protección de los recursos naturales y culturales de la zona, así como a la promoción del turismo sostenible. Se trata de un círculo virtuoso: conservar el bosque para vivir y vivir para conservar el bosque. Transporte terrestre y acuático, guía de recorridos, elaboración de alimentos y hospedaje figuran dentro de las actividades que crean ingresos para familias locales.

Para asegurar el futuro de la Reserva de la Biosfera Maya, es necesario impulsar este tipo de iniciativas basadas en el incentivo de conservar la naturaleza para mantener oportunidades; en otras palabras, una inteligencia ambiental integral. Cada región del país cuenta con activos naturales y posibilidades de brindar experiencias gratas e inolvidables a los visitantes. En muchos casos se necesita de un apoyo estatal inicial a las asociaciones, no necesariamente con capital, sino con capacitación de alta calidad.

Existen muchos países amigos con vasta experiencia en el turismo de conservación y, sin embargo, poco se escucha hablar de programas sostenidos de enseñanza en áreas como atención de alta calidad, turismo de bienestar y relajación o provisión de experiencias inmersivas en la cultura local y el entorno climático. La misma valoración y reconocimiento del entorno ecológico guatemalteco debería ser una materia prioritaria en las escuelas de primaria y secundaria, no solo en las carreras técnicas o universitarias de hotelería y turismo.

Claro, no todo es color de árbol, porque existe una constante depredación de áreas protegidas, a cargo de grupos criminales a los que solo les interesa lucrar con especies de maderas preciosas o abrir pistas clandestinas para el narcotráfico; asimismo, estos arengan a ciertos grupos para que invadan, quemen y deforesten bosques milenarios. Allí es donde se necesita la intervención firme, decidida e íntegra de las autoridades nacionales y locales, para salvar este patrimonio que no pertenece solo a esta generación de guatemaltecos, sino a las próximas.

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