Editorial

Decisión electoral en EE. UU. ya comenzó

En Guatemala no faltan trasnochados que suspiran por un triunfo de Trump, como si esto fuera un retorno en blanco al 2016. Pero no deben olvidar que en 2018 y 2019 fue su gobierno el que inició la lista negra de corruptos.

Hace un mes empezó la votación por correo en ciertos estados de EE. UU., y esta semana se abren los centros de votación anticipada, de cara a la cita decisiva del 5 de noviembre próximo. El escenario político está crispado por los mutuos señalamientos entre los dos principales aspirantes, el expresidente Donald Trump y la vicepresidenta Kamala Harris. Los temas que centran la discusión —y también las diatribas— son el desempeño económico, el liderazgo geopolítico de dicha nación y, por supuesto, la crisis migratoria, de la cual Trump responsabiliza a la administración Biden, mientras promete duras medidas, como deportaciones masivas, revocatoria de programas y castigos a empleadores de indocumentados.


Republicanos y demócratas llevan tres décadas sin ponerse de acuerdo en el tema migratorio, pero en tiempos de campaña lo regresan al ruedo entre ofrecimientos, prejuicios y bulos que incluyen la famosa pero desmentida ingesta de gatos. Es necesario trazar una política federal para abrir espacios a la legalización o emisión de permisos laborales . Al mismo tiempo, se deben frenar los éxodos y caravanas, como la que ahora mismo se moviliza por México para sumarse a otras, varadas en la frontera sur.


Alrededor de 3.2 millones de guatemaltecos viven en EE. UU. Un millón y medio de ellos, en California; y luego, fuertes comunidades en Florida, Texas, Nueva York, Maryland y Nueva Jersey. La mayoría de ellos está en situación irregular, por lo cual, actualmente, hay un renovado movimiento en favor de un estatus de protección temporal, o TPS, impulsado por líderes migrantes que recopilan apoyo. La semana última, 22 senadores de EE. UU. dirigieron una carta al presidente Joe Biden para acuerpar la solicitud en favor de un país que ha sido socio estratégico y que hoy por hoy es el único aliado sólido en el istmo centroamericano.

Según un reciente análisis del Foro de Remesas América Latina y Caribe, los guatemaltecos constituyen un 6% del total de fuerza laboral migrante en EE. UU. La cifra absoluta es de 973,853 connacionales: 662 mil hombres y 311 mil mujeres, con un aumento de 102% respecto del 2012. Esto confirma y exhibe el desplazamiento de guatemaltecos hacia el norte, sobre todo desde áreas rurales, a causa del desempleo, pérdidas de cosechas, desnutrición y ausencia de planes de desarrollo productivo. Las remesas familiares son el principal pilar económico del país, y para este año se espera que rebasen los US$20 mil millones.


Las remesas son un acto de responsabilidad y afecto familiar, pero con un impacto en la economía nacional y también en la pérdida de fuerza productiva joven. La continuidad de este flujo depende de la decisión que ya están tomando millones de estadounidenses, no solo en la carrera presidencial, sino también en la votación de congresistas, senadores e incluso gobernadores.


Poco menos de una quinta parte de los electores es hispana, pero ello no necesariamente implica simpatía hacia la llegada de más migrantes o apertura a la legalización. Realidades locales como costo de vida, condiciones de empleabilidad, incidencia delictiva y dinámicas sociales se traducen en posturas más afines a las propuestas trumpistas en ciertos estados. Sin embargo, el aporte laboral de los migrantes es innegable. Según un estudio del Pew Center, los trabajadores indocumentados aportaron US$96 mil millones en impuestos, aparte de desarrollar actividades que a menudo los locales no desean, por su dificultad o por la baja remuneración. En Guatemala no faltan trasnochados que suspiran por un triunfo de Trump, como si esto fuera un retorno en blanco al 2016. Pero no deben olvidar que en 2018 y 2019 fue su gobierno el que inició la lista negra de corruptos.

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