EDITORIAL

Conduce con cuidado: tu familia te espera

El título de este editorial era la elocuente frase que figuraba en rótulos y calcomanías de una pretérita campaña de prevención. Lejos de perder vigencia se hace cada vez más necesario recordar este concepto para generar un cambio de actitudes y pasar de la temeridad a la prudencia, de la prisa al volante a la responsabilidad por la propia vida, la de los pasajeros y de quienes comparten las vías públicas.

Sin afán alguno de polemizar, fomentar estereotipos ni crear animadversiones, es notorio el incremento de accidentes de tránsito que involucran a motociclistas, no solo en centros urbanos, sino también en carreteras del país. Apenas el domingo último se lamentó el trágico deceso de un integrante de una motocaravana en el kilómetro 87 de la ruta a occidente, tras haber colisionado contra un compañero. El mismo día, dos personas en motocicleta chocaron contra un automóvil en una calle de Quetzaltenango, salieron expulsados y quedaron tirados en el pavimiento. Uno de ellos fue arrollado por el automotor. El 20 de junio, una pareja que viajaba en moto en la ruta Cito Zarco impactó contra un autobús extraurbano, aparentemente al intentar rebasar. Ambos perecieron.

Existe la percepción de un aumento en los accidentes que involucran motocicletas, y es correcta. Las cifras denotan el riesgo: de los 6 mil 462 vehículos que han protagonizado accidentes de tránsito entre enero y el 4 de julio de este año, se cuentan 3 mil 69 motocicletas: un 48%. Sus usuarios suelen estar más expuestos a sufrir lesiones graves e incluso a fallecer. Conductas riesgosas de pilotos de automóviles, picops, autobuses y camiones aumentan el peligro, pero también proliferan actitudes temerarias que ninguna autoridad sanciona.

El aumento vegetativo del parque vehicular implica a su vez mayor probabilidad de intenso tráfico en calles y carreteras. Sin embargo, también inciden factores como abuso de velocidad, irrespeto a las señales de tránsito, inexperiencia o bien exhibicionismos acrobáticos en la vía pública. Si a ello se suma la frecuente falta de casco protector y la sobrecarga de motos, las probabilidades fatales crecen.

También en otros niveles de locomoción existen riesgos, por falta de mantenimiento de vehículos, desconocimiento de rutas e ingesta de alcohol o drogas. Cada percance es, en esencia, único, a causa de los factores que confluyen. Sin embargo, se hace cada vez más notoria la repetición de accidentes en determinadas áreas conforme existe una mayor afluencia. Por ejemplo, cuando la autopista Palín Escuintla era de paga, contaba con un seguro para accidentes y estos eran esporádicos, por la misma restricción de paso. Sin embargo, desde que fue declarada gratuita por el gobierno de Giammattei Falla, el flujo de transporte pesado se ha incrementado exponencialmente y también las colisiones y volcaduras de tráileres.

El transporte extraurbano de pasajeros tampoco escapa a este descuido. El viejo y estéril afán de competir por pasaje, las apuestas entre pilotos, la impaciencia en los atascos y el latente error humano por cansancio o ansiedad se suman al mal estado de las unidades. Se necesita una campaña fuerte de prevención y educación vial, pero también un refuerzo institucional para sancionar temeridades, pero para ello se requiere de una nueva Ley de Tránsito. Mientras tanto, es importante animar a todo piloto de cualquier vehículo a ser prudente en nombre de los seres queridos que en casa le esperan.

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