EDITORIAL

Biden asume entre expectativas y retos

Justo dos semanas después de los inéditos desórdenes en el capitolio de los Estados Unidos, frente al mismo edificio histórico se llevó a cabo la toma de posesión del presidente Joseph Biden, quien adoptó un discurso de conciliación, de llamado a consolidar la democracia y de respeto a la institucionalidad, con la premisa de que nada está totalmente asegurado en un Estado bajo constantes desafíos, pues todo se encuentra siempre en construcción.

En circunstancias jamás pensadas y en la última etapa de su vida, el destino lo ha puesto al frente de unos Estados Unidos que afrontan la peor pandemia en un siglo, la recesión más aguda desde la Gran Depresión y una incipiente ruptura de la convivencia. En su discurso, Biden se comprometió a actuar como sanador, pidió a la Nación que se una y suplicó a la ciudadanía que ponga más valor en la verdad y a rechazar la cultura en la que los hechos mismos son manipulados e incluso fabricados.

Fuera de la retórica motivacional del discurso inaugural, calificado por académicos como “gris”, pero necesario ante la agitada coyuntura en Washington, el gobierno de Biden tiene ante sí un cúmulo de expectativas despertadas a lo largo de la campaña, sobre todo en el campo de la migración, la recuperación económica y el nuevo abordaje en el combate de la pandemia, que ha convertido a EE. UU. en el país con más fallecimientos a causa del covid-19 en el planeta.

La continuidad o la ruptura con las políticas migratorias fijadas por Donald Trump será uno de los primeros retos que debe enfrentar Biden. Es una espada de Damocles, pues si continúa las restricciones heredadas, podría representar un desgaste político para quienes lo apoyaron, sobre todo entre los hispanos, que fueron votantes decisivos en las elecciones del 3 de noviembre. Si flexibiliza demasiado los criterios de admisión, podría disparar los intentos de migración ilegal desde países de Centro y Sudamérica, así como de otros continentes, los cuales se ven acicateados por traficantes de personas.

La recuperación del empleo y del liderazgo industrial de Estados Unidos es otro de los aspectos que pondrán a prueba los programas ofrecidos por Biden, sin dejar de reconocer que la economía fue el punto fuerte de Trump en sus primeros tres años. Actualmente existen vastos programas de apoyo estatal para sectores impactados por la pandemia, sobre todo los relacionados con el turismo, la hotelería y el entretenimiento. Nuevamente es un arma de dos filos. Si el asistencialismo se prolonga indefinidamente representará un colosal costo para el erario. Si la ayuda se interrumpe de golpe agravará la situación de miles de familias.

En política exterior, el gran desafío para Biden es la recuperación de liderazgo de Estados Unidos como emblema democrático y modelo de un país que exporta tales valores a otras naciones. Si bien algunas iniciativas como el rechazo a los gobiernos dictatoriales y el impulso de la lucha contra la corrupción son elementos de amplio apoyo bipartidario, será necesario clarificar la brújula geopolítica que tendrán estos rubros.

Finalmente, pero no menos importante, es necesario resaltar que por primera vez en EE. UU. habrá una vicepresidenta, Kamala Harris, que además es de raza negra e hija de inmigrantes, lo cual refleja la creciente importancia de la equidad, de todo tipo, en la potencia el norte.

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