EDITORIAL

Apuesta inteligente

Las crisis siempre traen oportunidades, aunque a primera vista no se noten. La clave está en saber identificarlas, abordarlas y apostar por ellas. La compleja problemática ambiental no es la excepción. Vivimos una época con numerosos desafíos ecológicos como el cambio climático, la contaminación con desechos sólidos, gaseosos y líquidos; la deforestación o los efectos de químicos sobre las cuencas acuáticas. Pero son esas mismas dificultades, tan extendidas alrededor del mundo, las que pueden tornarse un factor favorable para redirigir el potencial productivo guatemalteco y hacerlo ambientalmente responsable a fin de ganar espacios en mercados que valoran esa economía amigable con la ecología.

No se trata de una utopía ni de una moda. Es un segmento de mercado que ha crecido con celeridad y que continúa en expansión. Ya no solo se trata de producir más o de ofrecer precios más bajos, sino también de brindar una garantía de sostenibilidad como valor añadido. En Guatemala prevalecen metodologías tradicionales de cultivo de granos y legumbres, de crianza de animales de corral o preparación artesanal de comestibles, que pueden insertarse con fuerza dentro de la llamada bioeconomía: una opción inteligente para lograr mejores precios y mercados más amplios.

En esta edición se presentan varios emprendimientos, muy distintos entre sí pero que tienen algo en común: el afán por reducir el desperdicio, disminuir el impacto en el ecosistema y generar recursos para el sostenimiento actual y también para el futuro. Son modelos que pueden ser optimizados, pero que exhiben la posibilidad real de aprovechar la necesidad de preservación del planeta como una ventaja competitiva.

Nos encontramos a 11 días de la conmemoración del Día de la Tierra, una ocasión anual durante la cual se repite un objetivo que debería ser común: proteger los recursos naturales que aún poseemos y propiciar la recuperación de los ecosistemas dañados por la indolencia, la irresponsabilidad, la ignorancia o el afán desenfrenado de ganancias.

No puede haber desarrollo posible a largo plazo si no se cuida “la casa común”, como la denomina el papa Francisco. Las generaciones adultas actuales deben reflexionar sobre el estado en el cual recibieron los recursos naturales y el estado en el cual los dejan para sus hijos y nietos. No se trata de histeria ni de bloquear el avance del progreso. Por el contrario, se trata de aportar una dirección constructiva a los esfuerzos de competitividad.

Dentro de esta visión responsable debe incluirse el ecoturismo, como un aprovechamiento de los tesoros que posee el país, los cuales deben cuidarse al máximo para prolongar su potencial de beneficio hacia las comunidades. Ello exige de las autoridades velar por el respeto de áreas protegidas, la implementación de sistemas adecuados para el tratamiento de basura y drenajes, así como facilitar la promoción internacional de los productores agrícolas y las industrias que cumplan estándares de sostenibilidad.

La educación de la niñez forma parte de esta transformación, pero sobre todo es un papel fundamental el que tienen los ciudadanos en el cuidado del patrimonio forestal, acuífero y de biodiversidad, cuyo deterioro debe frenarse.

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