EDITORIAL

Advertencia milenaria

Ríos cercanos a la capital o cabeceras departamentales, que hace medio siglo aún corrían transparentes, hoy son venas envenenadas que corren irremisiblemente hacia lagos y mares.

Reza un proverbio que es una persona razonable aquella que aprende de los propios errores y sabia quien aprende de errores ajenos, pero quien no aprende ni de los propios ni de los ajenos es un insensato. Y duele decirlo, pero la actual crisis de aprovisionamiento de agua, agotamiento de fuentes, así como la extendida contaminación de ríos, lagos y manantiales, exhibe la sucesiva necedad de autoridades ediles y gubernamentales que, por indiferencia o dolo, han eludido y eluden enfrentar el problema del tratamiento de aguas servidas.

Están a la vista las severas lecciones de consecuencias de tal daño al entorno ecológico, del cual el ser humano forma parte, pero actúa como si no lo fuera, como si tuviera otro planeta disponible o como si no tuviera hijos, nietos y bisnietos que heredarán tales pestilencias y escaseces. En el 2020, un estudio bioquímico de sedimentos en suelos de la ciudad maya de Tikal, abandonada súbitamente en el siglo IX, encontró altas concentraciones de mercurio. Tales suelos fueron alguna vez el fondo de repositorios de agua para consumo y para la agricultura.

La explicación es simple: el cinabrio, tinte rojizo utilizado para pintar pirámides y estructuras, contiene altas concentraciones de mercurio. Por efectos de las lluvias y las escorrentías que conducían hacia los estanques, tal elemento fue deteriorando el líquido necesario para tantas actividades de la vida y pudo haber sido una de las causales del abandono de las grandes ciudades. Si a ello se suma la alta destrucción de bosques para elaborar la cal utilizada en los templos, las sequías y las pugnas entre ciudades, se tiene la receta perfecta para una crisis total.

Un nuevo estudio, efectuado en otra ciudad maya, Ucanal, a cien kilómetros de Tikal, confirma las conclusiones acerca de las graves consecuencias que tuvo la contaminación del agua con mercurio. Se trata de un daño a larguísimo plazo, puesto que han pasado más de 15 siglos desde el colapso de la civilización maya y el veneno sigue depositado en el suelo de antiguas aguadas y lagunas. Próximas investigaciones del equipo de científicos de la Universidad de Montreal apuntan a los efectos en humanos, analizados en huesos y dientes hallados en Ucanal.

Para lo que no hay que esperar ningún estudio es para ver el impacto actual de la contaminación del agua mediante desagües, desechos sólidos y residuos químicos de fertilizantes o pesticidas. Basta observar los ríos cercanos a la capital o cabeceras departamentales, que hace medio siglo aún corrían transparentes, hoy son venas envenenadas que corren irremisiblemente hacia lagos y mares. Alguna vez fueron fuentes de agua para las comunidades o la promesa de un aprovisionamiento futuro que fue diluida por toneladas de irresponsabilidad, indiferencia e inercia estatal.

Vea a los alcaldes cómo salen huyendo al tratamiento de aguas, porque les interesan más las obras exhibicionistas y clientelares, pero en tiempos de campaña ofrecen agua potable de manera recurrente. La Ley de Aguas Residuales existe desde el 2006, pero sigue sin aplicarse bajo múltiples pretextos. Basta ver cómo ciertos negocios y viviendas siguen tirándole tubos de drenajes apestosos al lago de Atitlán, que es la joya de la corona del sustento diario de cientos de miles de vidas. Quizá así le pasó a Tikal y a Ucanal; la advertencia está a la vista.

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