Desacuerdos de sistema
De ahí que en aquella época fuese de especial importancia ponerle fin al conflicto armado que se vivía en nuestro país y acabar con ese lento desangramiento.
Sin embargo, la forma en que se hizo garantizaba que sucediera lo que luego hemos vivido: casi dos décadas de “conflicto no armado” en el cual las heridas, aunque pareciera que algunas han ido sanando, ha sido solo superficialmente. Bajo la fachada, se ha mantenido la inflamación y cada cierto tiempo, dependiendo del contexto, vuelve a surgir.
Indistintamente de todos los demás errores, creo que el principal problema de los acuerdos de paz fue querer imponer a través de los mismos un modelo de sistema. No era necesario, ni el momento ni el lugar para hacerlo, pero los supuestos negociadores de ambos bandos, que en su mayoría —si no todos— eran partidarios de instaurar ese sistema, aprovecharon la oportunidad y adujeron que era la única manera de lograr una paz “firme y duradera”.
Lo correcto hubiese sido que se acordara un cese del fuego, se dedujeran las responsabilidades por los abusos que hubiesen cometido a todos los que participaron, indistintamente del bando, y que los demás, si querían cambiar o ampliar el sistema, pues que lo propusieran en la arena política. Pero no lo hicieron así porque sabían que sus posibilidades políticas eran, a lo sumo, exiguas.
Tan poco apoyo han tenido entre la población, que ni siquiera lograron que se aprobaran las reformas constitucionales que surgieron como consecuencia de los acuerdos de paz. Esa tendencia siguió en los años siguientes, cuando los candidatos de la exguerrilla nunca lograron obtener mayor apoyo electoral. De hecho, el mismo Ríos Montt que ellos tanto satanizaron obtuvo mejores resultados electorales que ellos.
En vista de su total fracaso, cambiaron su estrategia y decidieron llegar al poder utilizando como caballo de Troya a otros partidos. De ahí que miembros de la exguerrilla han cogobernado por lo menos en las últimas tres administraciones y desde allí han ido moviendo los hilos para, por un lado, tomar el poder y por el otro mantener vivos los conflictos.
No puedo argumentar que la violencia que nos afecta actualmente es una consecuencia directa del fin del conflicto armado. Lo que puedo aventurar es que la conflictividad actual sí es una consecuencia directa de ese conflicto que, bajo la superficie, nunca ha terminado. Los mismos que durante mucho tiempo incentivaron el conflicto armado como medio para tomar el poder, ahora siguen incentivando los conflictos con el mismo fin. ¿Usted qué opina?