BIEN PÚBLICO
Decir no, no basta
Las tendencias económicas, sociales y políticas de Guatemala no son nada halagüeñas. Por un lado, hay una creciente población en edad de trabajar, con poca educación, y pocas oportunidades de empleo, que pervive —desesperada y precariamente— en medio de un contexto de violencia y marginación social y económica. Por otro lado, la protección de las personas frente a la pobreza, el hambre o la enfermedad es tan mínima como desigual.
El modelo económico actual está exhausto, pues tiene problemas estructurales que van limitando el crecimiento y la sostenibilidad ambiental: bajas inversiones, públicas y privadas; insuficiente modernización y transformación productiva, y una base agrícola en donde la falta de acuerdos sobre la propiedad y el sentido de la tierra y los recursos naturales está siendo una fuente de conflictividad social. A esto se suma la falta de una política económica, social y fiscal que, con visión de futuro, plantee el camino a recorrer, los desafíos a enfrentar y los logros que podemos cosechar colectivamente.
Como si eso no fuera suficiente para encender las señales de alerta, en lo político, los continuados defectos de no construir un Estado democrático, transparente y efectivo —que por lo menos cumpla las funciones que la Constitución de la República le ha otorgado— están cobrando mayor relevancia: retorno al autoritarismo y la militarización; muertes selectivas de líderes campesinos; intentos de acallar voces que desde la sociedad civil cuestionan las rancias formas de ejercer poder; debilitamiento de instituciones públicas; y partidos políticos que continúan capturando el Estado con fines de corrupción y privilegios particulares.
Todo lo anterior está minando los objetivos básicos de la vida en democracia, como la legitimidad del Estado, el logro de mayor bienestar económico y social, y la construcción de una identidad colectiva que valore y garantice la igualdad en medio de las diferencias.
La ruta que llevamos nos conduce a un precipicio del que será difícil salir, y a muchas personas no nos gusta esta realidad, pero en este contexto decir no, no basta. Los guatemaltecos debemos comprender tres cosas. Primero, que el camino por el que transita Guatemala lleva a la barbarie y no a la democracia. La mayoría perderá con este futuro. Segundo, que es posible cambiar esas tendencias, pero requiere de nuevos límites y compromisos entre lo que compete al mercado y al Estado. Finalmente toca aceptar que nadie, ningún grupo o sector social —campesino, sindical, empresarial, político, académico, entre otros—, tiene tanto conocimiento, habilidades y legitimidad como para lograr un cambio sustancial sin buscar acuerdos políticos con el resto.
Es momento de aprender y ejercitar una nueva forma de relacionamiento basado en la empatía y el conocimiento. No es una renuncia a las ideas particulares, es más bien la obligación de tener un acuerdo social para la construcción de ciertos elementos que estén siempre garantizados para todos: educación, salud, cultura, empleo, seguridad y justicia.
Pero eso solo puede pasar si nos conocemos y hablamos, principalmente, con aquellos que percibimos opuestos a nuestras ideas, y que son nuestros adversarios, no nuestros enemigos. Por ejemplo, es urgente un diálogo, lejos de tribunales y cámaras, entre el Comité de Desarrollo Campesino (Codeca) y el Comité Coordinador de Asociaciones Agrícolas, Comerciales, Industriales y Financieras (Cacif). Ambos comités son importantes para construir un mejor país, en ambos hay personas inteligentes y conciliadoras. Decir no, no basta.
jmenkos@gmail.com