BIEN PÚBLICO
Decálogo para matar una débil democracia
Hace algunos días releí el texto de Bertolt Brecht (1898-1956), Balada del consentimiento a este mundo, que el autor finalizó en 1932 antes de huir de la Alemania gobernada por el fascismo nazi. En esa obra, Brecht asume la voz de una persona acomodada a lo que sucede en su entorno. Hoy se encuentran posturas así en muchos guatemaltecos que viven inadvertidos de la lucha política actual entre unos, que intentan conservar Guatemala como ha sido hasta ahora, y otros que desean avanzar hacia un Estado democrático.
Con un poco de ironía le presento un decálogo con posturas que cínicamente defienden ideas y acciones que podrían asfixiar el débil proyecto democrático que es Guatemala.
Primero, no me preocupa que algunos dirigentes de la Cámara de la Industria quieran apropiarse de la Feria Internacional del Libro de Guatemala (Filgua) para eliminar los libros que nos les gustan. Por ejemplo, no desean que leamos Crimen de Estado. El caso Parlacen (F&Editores, 2011), que trata sobre las ejecuciones extrajudiciales ocurridas en el gobierno de don Óscar Berger, mientras el ministro de gobernación era Carlos Vielmann, expresidente de la Cámara de Industria. Yo confío en que estos empresarios, que han logrado que Guatemala esté como está hoy, nos digan qué debemos leer. Además, supongo que algunos de ellos han dado su apoyo —y recursos, aunque de manera ilícita— al gobierno a Jimmy Morales. ¿Por qué desconfiar de su buen tino?
Segundo, he visto a los miles de centroamericanos que huyen a Estados Unidos como resultado de la violencia, la desigualdad y el estado lamentable de las administraciones públicas del Triángulo Norte Centroamericano sometidas por el flagelo de la corrupción. Los veo caminar descalzos, hambrientos y asoleados, pero no me conmueven porque no son como yo, que tengo visa y me endeudo para ir a Disney.
Tercero, sé que ciertas camarillas de empresarios están forzando a los medios de comunicación —con el poder financiero que les da el comprarles publicidad— a cerrar sus puertas a voces contrarias al Pacto de Corruptos. A mi juicio, el que paga la fiesta, decide las canciones, pues no entiendo que los medios de comunicación aunque sean privados, cumplen una función pública.
Cuarto, reconozco que hay 45 mil desaparecidos por el conflicto armado, pero no debemos remover el pasado. ¿Qué ganamos con saber quiénes lo hicieron y cuál es el paradero de sus víctimas?
Quinto, me gusta eso de la competitividad y el libre mercado, aunque esas palabritas me las dijo el patrón para dejarme sin seguridad social ni prestaciones —facturo por servicios— y con un ingreso que solo alcanza para “fingir” que soy clase media. Ni me atrevo a reclamar porque no tengo un centavo en donde caer muerto.
Sexto, soy un buen empresario, respetable. Genero muchos empleos. Por eso tengo derecho a abrir empresas y holdings en España, Holanda y en paraísos fiscales para eludir el pago de impuestos. Eso no es inmoral, es inteligencia financiera.
Séptimo, hablando de derechos, los derechos humanos solo sirven para defender asesinos y ladrones. Los derechos humanos son para los humanos derechos.
Octavo, el diputado que impulsa un día para la oración, no es tan malo aunque esté siendo investigado por corrupto.
Noveno, estoy en contra de la corrupción porque noto como esta mata niños y hace fuerte a los viciosos, pero el pastor asegura que Jimmy Morales es el ungido de Dios. Me callo y oro.
Décimo, los bienes públicos no sirven para garantizar derechos, son el premio de consolación para aquellos que no pueden adquirirlos en el mercado.
jmenkos@gmail.com