EDITORIAL
Debilitados y condicionados
Las próximas elecciones generales, programadas para dentro de poco menos de un año, serán de las más atípicas, porque nuestra historia reciente ha dejado una honda huella en varios procesos, instituciones y personas, muchas de estas marginadas de participar en relevantes instancias y a quienes se sumarán muchas más, aunque la vieja escuela no deja de operar.
Una de las primeras novedades es que el haber convertido los tiempos de dicho evento en un proceso demasiado largo y tempranero provocó que los protagonistas empiecen con demasiada anticipación a tomar posiciones respecto de determinados temas, empezando por los tránsfugas, que no cesan en sus obstinaciones, aunque otros tratarán de guardar distancia de posturas polémicas.
El primer centro de poder que ha empezado a sentir los vaivenes de ese proceso es el Congreso de la República, donde varios de sus integrantes afrontan una enorme incertidumbre porque muchos batallan por no quedar al margen. Otros bloques intentarán separarse de cualquier proyecto que los vincule con el pacto de corruptos.
Esto provocará que muchos diputados tomen distancia de las fuerzas oficialistas, la cuales cada vez se quedan más aisladas en los esfuerzos por impulsar proyectos de beneficio particular o con la intención de respaldar aquellos populistas que le reditúen algún bien al Ejecutivo, lo cual solo se traducirá en una pérdida de tiempo.
El partido oficial, cuya bancada es la mayoritaria a base de tránsfugas, es prácticamente un cadáver político, y aunque algunos de los magistrados del Tribunal Supremo Electoral han pretendido extenderle una mano, esto será inútil porque, aunque atrasen más de lo necesario su cancelación, no le servirá a nadie, salvo al movimiento transfuguista que ahora los utilizará. Es una agrupación que tiene muy poco que ofrecer y por eso es innecesario que las autoridades electorales manchen su imagen.
El resto de los partidos representados en el Congreso también andan en modo zombi, al ser numerosos los que tienen limitado el margen de maniobra y un elevado porcentaje ni siquiera tiene derecho a ostentar la dignidad de integrar comisiones o puestos de relevancia, porque por primera vez se aplica una sanción a quienes han usurpado la voluntad expresada en las urnas.
Entre las limitaciones que a muchos se les aplica por ley, más la ejecución de futuras órdenes judiciales, varios han quedado vedados de ejercer su derecho de voto, pero este también debe ser meditado, porque en este reinicio de sesiones todo parece que avanzará con mayor cautela, pues nadie querrá que se le ubique del lado oscuro de las fuerzas allí representadas y, en consecuencia, deben ser cuidadosos quienes impulsen un trampolín a los tránsfugas.
Otros minipartidos, como es el caso del Unionista, están en una situación tan calamitosa como el oficialismo, porque su potencial de negociación ya no existe y corren el riesgo de desaparecer en el siguiente evento electoral. Es casi seguro que la sed de poder se impondrá sobre la suma de las debilidades prevalecientes en el Parlamento, porque todos intentarán separarse de la ola transfuguista y de cualquier asomo de la vieja política.