SI ME PERMITE

Convivio que mejora relación

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“Colmado de felicidad o de sufrimiento, el corazón tiene necesidad de un segundo corazón. Alegría compartida es doble alegría”. C. A. Tiedge

En días como estos, donde es frecuente reunirse y convivir con círculos que no frecuentamos a diario, se necesita mucha madurez para saber cuándo aceptar y por qué asistir, como también, en caso de que no lo quiera hacer en qué forma expresarlo para que no sea mal entendido o motivo de ofensa.

Pero una vez tomada la decisión de participar en un convivio, no se trata solo de llegar y ver para qué fue invitado. Cada uno de nosotros no solo es diferente en temperamento, sino también tiene diversas capacidades, y dependiendo de a dónde uno llega, puede saber cómo mejorar la relación existente por lo que se haga o bien lo que se deje de hacer.

Un perfil de madurez es aquel que antes de ser gratificado se ocupa en gratificar a los demás, y especialmente si lo han invitado para compartir un tiempo con otros. Todos hemos vivido situaciones como aquellas en que hay una reunión y pareciera un archipiélago de islas en un gran océano: cada grupito está embarcado en sus intereses y lo único que los une es el techo común a todos y no la convivencia. En el otro extremo está cuando un individuo es el centro de la atención y el resto, como agentes pasivos, simplemente contemplan.

A cada uno de nosotros nos tocará estar en lugares donde podemos ser agentes que mejoran la situación y no siendo anfitriones es mucho más fácil pensar cómo podemos aportar algún ingrediente para que la cosa sea más placentera y que al final, cuando cada uno se despide para ir a su casa, pueda llevar un sentir gratificante por el tiempo que se compartió.

No negamos que hay muchos patrones culturales que no estamos para cambiar, pero poder alinearnos en ellos para mejorar la convivencia. Cuando se da el caso en que en la reunión donde estamos la gente es de diversos trasfondos culturales, debemos alinearnos con los anfitriones, que tomaron la molestia de invitarnos y los honramos tomando en cuenta los patrones culturales de ellos.

¿Qué hacer cuando las cosas no estén desarrollándose de lo mejor? Nada cuesta criticar lo que está sucediendo, pero es más agradable y gratificante sugerir algún cambio con toda discreción para que el final sea lo más satisfactorio, no importando lo que hubo que enmendar. A veces es suficiente con lanzar una buena pregunta de interés común.

Es de muy mal sabor estar en un convivio y comentar y platicar de cómo lo pasaron en otro convivio. Si alguien preguntara de ello, uno, con mucha discreción, puede dar una breve respuesta para no ser grosero, pero reorientar la plática a la temática de los que están allí presentes. Ningún convivio es sujeto a comparación porque cada uno de ellos tenga no solo su razón de ser, sino también para que los que asisten allí cumplan su cometido y alcancen la razón de estar con los que han llegado.

Es innegable que nos ha tocado participar en convivios a los que fuimos invitados, que al terminar dejan tal vivencia agradable que el tiempo no lo logra borrar y uno lo recuerda, muchas veces aun cuando el tiempo ha pasado. El gran desafío que tenemos cada uno es qué podemos hacer donde nos invitan para llevar ese ingrediente que hará el tiempo de estar juntos un tiempo inolvidable y de un valor incalculable.

Dios nos ayude a ser constructores de puentes para mejorar relaciones entre los nuestros y no muros que nos aíslan, aunque estemos sentados en una misma sala.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.

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