EDITORIAL
Consenso y discusión
Estas palabras representan la traducción del idioma q’eqchi’ del término Na’leb’ak y lo lleva una organización de mujeres asentada en Chisec, Alta Verapaz, una de las regiones de mayor pobreza del país, con el principal propósito de velar por las niñas, una noble causa cuya proyección descansa sobre generosos aportes y actividades diversas para la recaudación de fondos.
La organización cobró renombre el pasado viernes, cuando el escritor Eduardo Halfon, al recibir el Premio Nacional de Literatura 2018 anunció que donaría el dinero recibido, Q50 mil, a Na’leb’Ak para la construcción de un centro de estudios.
Durante su discurso, el escritor declaró: “Un país que no cuida a sus niñas no es país… Una sociedad que las descuida no tiene ni pasado ni futuro”. Algo que en Guatemala alcanza ribetes de dramatismo como se recordará con casos como el del Hogar Seguro Virgen de la Asunción, donde murieron quemadas más de medio centenar de niñas al cuidado del Estado.
Según proyecciones del Instituto Nacional de Estadística, para el 2017 se estimaba que Guatemala tenía 16 millones 932 mil habitantes, de los cuales el 38 por ciento —unos 6 millones 500 mil— son niñas, niños y adolescentes, entre 0 y 14 años, lo que implica que por lo menos uno de cada tres guatemaltecos están en una categoría de alta vulnerabilidad y si las proyecciones generales se mantienen, por lo menos la mitad son niñas.
Todas las cifras adquieren matices de mayor sensibilidad cuando se habla de las niñas y más si son indígenas, porque es el sector más castigado por todas las lacras sociales y en consecuencia los retos para encarar cualquier desafío se multiplican, empezando por el trabajo infantil, que sigue siendo uno de los problemas más acuciantes y que va de la mano con el de la educación, en el cual se vuelve patética la exclusión.
Informes de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) sobre la desnutrición en América Latina revelan que Guatemala encabeza la lista con un 46. 5 por ciento de población menor de cinco años afectada, lo que equivale a 927 mil casos y todavía más bochornoso es que estas cifras superan por mucho al resto de países, pues la segunda posición la ocupa Ecuador, con un 25.3 por ciento, unos 406 mil niños, seguidos por Honduras y Panamá.
De esas dimensiones son los problemas a los que alude Halfon cuando declara que este no es un país porque no cuida a sus niñas, ni siquiera a las que por mandatos judiciales debe proteger o como se acaba de ver en una escena de un menor indígena vapuleado por robar comida en una aldea de Huehuetenango y quien confesó que lo hacía porque tenía hambre y en su casa no había ni tortilla con sal.
En ese descuido generalizado hacia la niñez guatemalteca todavía se pueden descender peldaños, como lo evidencian también las estadísticas de abuso sexual infantil, cuyas mayores víctimas son las niñas y también somos los primeros en la lista de niñas embarazadas. Todo un cuadro de degradación para estremecer las entrañas de la sociedad y respaldar expresiones de solidaridad como las de Eduardo Halfon.